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El cardenal George Pell comparece ante la prensa, ayer, en Roma. :: Alberto PIZZOLI / afp
El número tres del  Vaticano deja el cargo tras ser imputado por pederastia

El número tres del Vaticano deja el cargo tras ser imputado por pederastia

La Santa Sede respalda al cardenal George Pell, responsable de Finanzas, acusado por la Policía australiana de abusar de niños en los años 70

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Viernes, 30 de junio 2017, 00:01

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Al papa Francisco le estalló ayer uno de los mayores escándalos de su pontificado: la marcha del cardenal George Pell a Australia después de que la Policía de su país lo imputara por presuntos delitos de pederastia y le citara a comparecer ante un tribunal el 18 de julio.

El purpurado australiano es el número tres de la Curia romana por sus cargos como prefecto de la Secretaría para la Economía y miembro del Consejo de Cardenales, el grupo de nueve jerarcas que asesoran al Pontífice en la reorganización de la administración vaticana y en el gobierno de la Iglesia.

Pell defendió ayer su inocencia y aseguró que regresa a Australia para limpiar su nombre y defenderse de los cargos, que rechazó de forma «clara y consistente». «Estoy deseando poder finalmente comparecer ante el tribunal. Soy inocente de esas acusaciones, que son falsas. La propia idea del abuso sexual es repugnante para mí», dijo el 'ministro' de Economía de la Santa Sede, que informó personalmente a Jorge Mario Bergoglio del asunto. El Pontífice, por su parte, le mostró todo su apoyo y le concedió un período de excedencia para poder afrontar el proceso.

Según las autoridades judiciales australianas, Pell habría abusado sexualmente de menores en varias ocasiones en los años 70. Dos hombres sostienen que les tocó los genitales, mientras un tercero asegura haberle visto exhibirse desnudo delante de muchachos jóvenes. También ha sido sospechoso en el pasado de encubrir a sacerdotes pederastas cuando estaba al frente de varias diócesis. En su comparecencia urgente ante los medios, en la que no quiso admitir preguntas, lamentó que se filtraran esos detalles a la opinión pública y se consideró víctima de una «implacable» campaña de difamación en su contra.

Desde que llegó a Roma en 2014 para hacerse cargo de las finanzas de la Curia romana, el purpurado se ha visto lastrado por su pasado. De hecho, algunos medios australianos indicaron que hizo todo lo posible para conseguir un puesto en la Santa Sede que le permitiera poner tierra de por medio con los tribunales de su país.

Sin retorno

Ahora tendrá que recorrer los 16.000 kilómetros que separan la Ciudad Eterna de Melbourne, la capital del estado de Victoria cuya Policía le imputó. Será difícil que recupere su posición como número tres de la Santa Sede, pues al desgaste que supone este escándalo se suma a que tiene 76 años y, por tanto, ha entrado ya en la edad de jubilación para cualquier obispo.

En febrero y marzo del año pasado, Pell tuvo que declarar por videconferencia frente a la comisión gubernamental de su país que estudia los casos de abusos en la Iglesia. Reconoció entonces que se cometieron «errores enormes» en el modo en que la jerarquía eclesiástica respondía cada vez que se tenía noticia de que un sacerdote había realizado tocamientos a un menor.

Según la citada comisión, entre 1980 y 2015 se cometieron casi 4.500 de casos de abusos sexuales por parte de miembros de la Iglesia católica australiana, por lo que los expertos estiman que alrededor del 7% de los sacerdotes de ese país eran pederastas. En un comunicado, la Santa Sede mostró su «desagrado» ante la noticia de la imputación del purpurado y recordó que el hombre más influyente de la Iglesia católica australiana lleva décadas condenando los casos de pederastia en el clero.

«Es un golpe duro para el Papa», constata Iacopo Scaramuzzi, vaticanista de la agencia italiana Aska News. El muy conservador australiano, paradójicamente, es una de las voces más críticas con el Papa en cuestiones de sociedad. Sin embargo, habría jugado un rol fundamental durante el cónclave para que se eligiera al argentino Jorge Bergoglio.

«No pienso que este Papa no haga nada sobre la pedofilia, pero tampoco quiere focalizarse sólo en este asunto. Él quiere reactivar a la Iglesia», subraya Scaramuzzi a AFP.

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