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CARLOS SANTAMARÍA ANECDOTARIO
Jueves, 22 de junio 2017, 23:44
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Keylor Navas salió del vestuario de Cardiff tras el descanso, caminó hacia su portería, se arrodilló sobre la línea de meta y levantó los brazos en un gesto de plegaria que ya es todo un distintivo del portero costarricense. Navas repetía así lo que practican millones de personas a cada instante: celebrar un ritual con fines mágicos, tratar de hacer algo que influya en lo desconocido.
La vida está llena de incertidumbres y en medio de este naufragio hay quien se agarra a cualquier cosa para no hundirse en las oscuras aguas del misterio, desde el torero que coloca en minucioso orden su colección de estampas hasta la pareja de novios que en el mostrador del aeropuerto piden cualquier fila menos la trece. Esto pasa en todas partes. En Haití creen que quien anda con un solo zapato causará la muerte de su madre, y en Rusia nadie silba dentro de un espacio cerrado, pues eso ahuyenta el dinero. El mundo es un sitio mágico y la superstición lo inunda todo. Hace tiempo una compañera entrevistó a una renombrada actriz que actuaba en el Bretón. Nada más ver a la reportera, la artista se puso tensa y realizó la entrevista visiblemente enfadada; mi compañera había cometido la imprudencia imperdonable de presentarse vestida de amarillo. «Pero chiquilla, cómo se te ocurre... cómo se te ocurre», le repetía con repugnancia.
Desde hace unos años en Logroño se ha instalado la costumbre de llevarse un ramo del boj que adorna el arco de San Bernabé. Este año el Ayuntamiento pegó unos folios en los que se leía en mayúsculas «QUITAR EL BOJ ES UNA FALTA DE RESPETO». También pusieron unos armatostes rodeando los pilares pero, como era de esperar, todo el esfuerzo fue inútil; en cuanto lo desprotegieron la gente se abalanzó a coger ramas hasta dejar los cimientos del arco como las patas peladas de un monstruo enfermo de sarna. Habrá que esperar un tiempo para ver si esta poda popular responde al nacimiento de una nueva superstición. El lunes pasé por allí para hacer un reportaje: «He venido desde Laguardia a la degustación y a coger mi ramito de San Bernabé», confesaba una señora. «Da suerte», me decía con los ojos muy brillantes mientras masticaba un trozo de ternera.
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