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La crónica del rey Juan II, impresa en Logroño, como arma política del cardenal Cisneros

Marcelino Izquierdo

Sábado, 17 de junio 2017, 23:39

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Allá por el año 1516 vivía la Península Ibérica la incertidumbre de tener en el trono al joven Carlos I, un rey nacido en Gante que apenas hablaba español y cuyos detractores se multiplicaban por doquier. Tratando de justificar la legitimidad del que años más tarde sería emperador de medio mundo, y frente a la 'Crónica de Fernando Tercero el santo...' publicada por su rival el arzobispo Diego de Deza, el cardenal Cisneros replicó con otro libro histórico: 'Crónica de Juan el Segundo...'.

No es casual, por tanto, que el volumen arrancara de esta guisa: «Comiença la Crónica del serenissimo rey don Juan el Segundo deste nombre impressa en la muy noble [et] leal ciudad de Logroño, por mandado del catholico rey don Carlos su visnieto».

En el año 1515, otorgó Cisneros un privilegio a Arnao Guillén de Brocar, no sólo para poder imprimir la 'Crónica de Juan el Segundo...', sino también el monopolio para publicar todas las crónicas del reino. Y aunque años antes el impresor de origen galo ya había trasladado su taller a Alcalá de Henares, mantuvo operativas las instalaciones logroñesas -al mando de su yerno Miguel de Eguía-, donde finalmente salió a la luz la citada Crónica en octubre de 1517.

Isabel la Católica había guardado en su cámara el manuscrito sobre la historia de su padre, el rey Juan II de Castilla (1405-1454), como recoge el prólogo de la Crónica: «...esta crónica estava en la cámara de la reyna doña Isabel, de gloriosa memoria, vuestra abuela, nuestra señora, a quien nada se escondió de lo bueno, que fue hija del dicho rey don Juan y que su alteza tenía esta crónica de Fernán Pérez en mucho precio y estimación por más auténtica y aprobada. Dexé mi opinión y sigo la de la reyna católica que tengo por mejor».

El texto que compone el volumen, ilustrado con bellos grabados, había sido redactado por varios autores a lo largo de la vida del monarca y su publicación en un momento clave suponía una forma clara y evidente de expresar la continuidad dinástica de Carlos I, hijo de Juana la Loca, nieto de Isabel I la Católica y bisnieto de Juan II.

Pese a sus grandes esfuerzos, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros -gobernador y regente del Reino de Castilla- no pudo entregarle un ejemplar a Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico, puesto que falleció en Roa (Burgos), el 8 de noviembre de 1517.

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