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El escritor Gonzalo Giner, autor de la novela 'Las ventanas del cielo'. :: Luis Ángel Gómez
«Los vidrieros consideran que ellos pintan no con óleos sino con luz»

«Los vidrieros consideran que ellos pintan no con óleos sino con luz»

El Aula de Cultura de Diario LA RIOJA-UNIR ofrece la conferencia 'Vidrieras para asomarse a la historia' a cargo del autor de 'Las ventanas del cielo'

DIEGO MARÍN A.

Miércoles, 24 de mayo 2017, 23:39

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Veterinario de profesión, Gonzalo Giner (Madrid, 1962) se dio a conocer como escritor con la novela 'La cuarta alianza' (2005), aunque obtuvo más éxito con 'El sanador de caballos' (2008). No abandonó la temática equina con la siguiente, 'El jinete del silencio' (2011), pero en su nuevo libro, 'Las ventanas del cielo' (Planeta, 2017), se fija en las vidrieras de las catedrales a través de una novela de aventuras que homenajea el oficio artesanal de los vidrieros. Esta tarde, a partir de las 20.00 horas en el Centro Cultural Ibercaja de Logroño, Gonzalo Giner protagoniza el Aula de Cultura de Diario LA RIOJA-UNIR con la conferencia 'Vidrieras para asomarse a la historia'.

-¿Es 'Las ventanas del cielo' una novela sobre catedrales?

-Es una novela que tiene las catedrales de fondo pero, realmente, trata sobre un joven que va a encontrarse el asombroso mundo de las vidrieras, que son las que vestían a las catedrales. Tiene más que ver con la luz, el vidrio, el oficio... porque de catedrales ya nos han contado muchas cosas ya.

-¿Y no ha tenido al menos como referentes obras como 'Los pilares de la tierra' y 'La catedral del mar'?

-La verdad es que no. Cuando empecé a pensar en esta novela el tema era completamente distinto: el mercado de la lana en el medievo entre Castilla y Flandes. Pero al buscar documentación, de pronto, encontré que la reina Isabel había encargado a un comerciante muy importante que buscara a un maestro vidriero para vestir la cartuja de Miraflores de Burgos con unas vidrieras insólitas para la época, completamente diferentes. De ahí surgió mi interés por este mundo de artistas, sopladores de vidrio, y cada vez me fascinó más. He leído 'Los pilares de la tierra' y 'La catedral del mar' y me gustaron, pero esta novela es diferente, tiene otro recorrido y otros escenarios.

-Lo que sí parece más novedoso es el tema de las vidrieras, ¿no?

-Me llamó la atención que nunca antes se había tratado en una novela. La primera impresión que tuve es que los maestros vidrieros eran considerados artistas menores frente a la pintura o la escultura y me parece injusto porque cuando te metes en la catedral de León te quedas asombrado por una obra de arte que no es estática sino dinámica, que varía con la luz, según las horas del día, tiene unos matices que se fortalecen y enriquecen. Yo, por lo menos, no conocía ni el nombre de algún maestro vidriero conocido. Todo esto me llevó a escribir sobre ello, sobre la gente que iluminó las catedrales, que les dio vida, sin pretender hacer un ensayo.

-¿Considera su novela, entonces, un homenaje al oficio de vidriero?

-Quedan pocos vidrieros en España pero son muy profesionales y activos. Hay uno en Cataluña, Vila-Grau, que creo que ha terminado de montar las vidrieras de La Sagrada Familia, evidentemente, con un estilo diferente, más moderno. Y en Burgos está el taller de los hermanos Barrio, que trabajan muchísimo con proyectos internacionales. A raíz del lanzamiento de la novela se han puesto en contacto conmigo muchos que no sabía ni que existían. Es una labor no muy común. Muchos trabajan más en labores de restauración. El más importante es Luis García Zurdo, de León, el referente español, con conocimiento profundo de vidrieras medievales. Estuve con él unas cuantas veces para que me respondiera a varias preguntas, por su experiencia.

-¿Debemos considerarlos artistas?

-Es un oficio tan bonito... Se consideran no sólo maestros del vidrio sino también artistas, pintores. Los vidrieros consideran que ellos pintan no con óleos sino con luz.

-Se remonta al siglo XV para narrar esta historia. ¿Tal retroceso dificulta la narración?

-Todo lo contrario. Es finales de la Edad Media, que es un periodo que me fascina, es muy interesante por los principios de la comunicación entre ciudades, las cruzadas, las catedrales... Pero esta es una novela de aventuras que al lector le fascinará por comprobar cómo en un taller se pueden hacer unas vidrieras como las que luego se ven en las catedrales, y también le traslado a la pesca de la ballena en los mares nórdicos o la recolección de la sal en el desierto de Túnez. Es un periodo antiguo pero no oscuro, desorganizado ni sucio sino con luz. Nos identificaremos con muchos personajes.

-Como novela de aventuras, no es estática, nace en Burgos, viaja a África, luego al norte de Europa...

-El protagonista realiza un viaje vital que coincide con uno físico, intenta entenderse a sí mismo. Es una novela con mucho viaje, pero el mundo de las vidrieras y del comercio en el medievo eran actividades con mucho movimientos viajeros.

-Abre la novela con la cita de Camus: «¿Qué es un rebelde? Un hombre que dice que no». ¿Es esta una historia de lucha contra el destino?

-Sí. El protagonista sufre una contradicción, sabe lo que no quiere hacer en la vida, su padre le marca el destino de heredar el negocio familiar de exportación de lana, pero eso a él no le gusta.

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