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EUREKA
CRÍTICA DE TEATRO

EUREKA

JONÁS SAINZ

Miércoles, 24 de mayo 2017, 23:39

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No diré que es lo mejor que se ha hecho con manzanas desde la teoría de la gravitación, pero casi. De las grandes y sabrosas aportaciones de esta humilde fruta, desde Adán y Eva a la tarta de la abuela, 'Smashed' es una de las más originales, divertidas y perturbadoras. Naturalmente se puede vivir sin haber visto este magnífico espectáculo de circo-teatro, pero también sin escuchar a Bach ni leer a Shakespeare.

De igual modo que la poesía es algo más que escribir emoción, es emoción misma, el mayor mérito de Gandini Juggling no radica en hacer un buen espectáculo de malabares, sino en convertir los malabares en un lenguaje propio con el que danzar, crear imágenes, contar historias, procurar disfrute y dar que pensar. 'Smashed' es una forma diferente de poesía sobre un escenario. Y con manzanas.

Cien manzanas y dieciocho manos para hacerlas bailar en el aire con el aparentemente sencillo juego básico de las tres bolas (a veces dos, a veces más). Más allá de la técnica y su precisa ejecución, la mayor dificultad estriba en la creación de números colectivos y coordinar con sentido las acciones de los nueve malabaristas.

Aunque es a estos a quienes vemos danzar al ritmo de la música barroca y moderna con coreografías dignas de Pina Bausch en un contrapunto de escenas que no siempre hacen sonreír, aunque son ellos quienes pasan de la armonía y el equilibrio al caos, la destrucción y la locura, yo imagino que son en realidad los creadores Sean Gandini y Kati Ylä-Hokkala quienes hacen malabares con ellos. Y los veo así, tomando el té bajo un manzano, disfrutando la levedad del ser hasta que, de golpe, comprenden también su insoportable fragilidad.

Cuando el malabarismo es el arte de quitarle la gravedad a cualquier asunto o, al menos, capaz de jugar con las fuerzas invisibles por las que nos regimos, no son los objetos los que vuelan por el aire, sino quien los manipula y, junto a él, quien los observa. Esa conexión mágica entre pobres manzanas cayendo del árbol haría gritar ¡eureka! al mismísimo Newton.

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