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Una espectadora contempla algunas imágenes de grandes fotógrafos captadas con cámaras Leica.
La revolución del ojo mecánico

La revolución del ojo mecánico

De la guerra a las pasarelas, del retrato al experimento el ingenio de Oskar Barnak renovó el lenguaje fotográfico

Miguel Lorenci

Lunes, 15 de mayo 2017, 01:29

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De la guerra civil a la de Vietnam. Del desembarco de Normandía al mayo del 68. De los Beatles al Che. Todos los hitos, mitos y ritos del siglo XX fueron retratados con una Leica. La irrupción de esta pequeña cámara compacta, robusta, fiable, ligera, inventada en 1914 y comercializada en 1925, supuso una revolución en la manera de mirar y retratar la realidad. Un fenómeno que revisa 'Con los ojos bien abiertos. Cien años de fotografía Leica', anticipo de la XX edición de PHotoEspaña. Un completo relato en imágenes del siglo XX, el retrato de una época realizado con el eficaz e implacable ojo mecánico que cambió la historia y que pervive en la era digital.

Con la legendaria y elegante cámara que diseñó Oskar Barnack hace 103 años se tomaron las 400 fotos de la exposición, firmadas por un centenar de autores, muchos tan legendarios como la cámara, -Cartier-Bresson, Robert Capa, René Burri, Jeanloup Sieff, Elliot Erwitt, Inge Morath, Nobuyoshi Araki o Sebastiao Salgado-¬ y otros casi desconocidos, reporteros y autores experimentales que se asomaron al mundo a través del objetivo de su Leica.

Organizada por el fabricante alemán de la mítica cámara y la Fundación Telefónica, exhibe además documentos, vídeos y objetos de colecciones particulares, museos e instituciones. Un material muy diverso que conserva el Archivo Leica, inédito en España, y que ha seleccionado Hans-Michael Koetzle, comisario de una muestra consagrada a «la elegancia, eficacia la precisión de la minimalista Leica, que supuso una revolución técnica y tecnológica».

Se abre con una réplica de la original Ur-Leica y la sucesión de modelos posteriores, hasta llega a la portentosa serie M. Fue la primera cámara pequeña, compacta, plenamente portátil y silenciosa, capaz de disparar 36 imágenes sin recargar, ya fuera en el fragor de una batalla, en una pasarela, un aristocrático salón, una multitudinaria manifestación, un burdel o una sala de conciertos sin disturbar la audición.

Su aparición democratizó la fotografía. Cambió de raíz la forma de percibir el mundo, una revolución que el hoy presidente de Leica, Andreas Kaufmann, compara a la de los teléfonos inteligentes que llegarían cien años mas tarde. «Hizo que cualquiera pudiera ser fotógrafo un siglo antes que los 'smartphones', Facebook o Instagram», resume.

La contracción de la marca Leitz, empresa líder en la fabricación de microscopios, y Camera da nombre a la versátil Leica, un portento mecánico de apenas 400 gramos al alcance de quien pudieran pagar la pequeña fortuna que costaba: 400 marcos. En subasta se han pagado ya más de dos millones de euros por una Leica de las primeras series.

Esta herramienta mágica retrató acontecimientos, personajes y acciones que están en la historia y a la memoria colectiva global. Leica fue la cámara de los instantes decisivos de Henri Cartier-Bresson. Del Robert Capa que captó al miliciano abatido en Cerro Muriano, el desembarco aliado de Normandía y la guerra de Indochina. La Leica de Robert Doisneau atrapó su archifamoso beso ante el ayuntamiento parisino. Elliot Erwitt o William Klein escudriñaron Nueva York a través de su visor. Con una Leica captó de Nick Ut a la niña vietnamita que huía despavorida y abrasada por el Napalm. Korda retrató al Che con ella y Alfred Eisenstaedt el beso del marinero y la enfermera que celebraban en Nueva York el fin de la segunda guerra mundial. También sucumbieron al poder de Leica los españoles Ramón Masats y Leopoldo Pomés, que retrataron la grisura de los cincuenta y los sesenta, o Alberto García-Álix que retrató a las 'tribus urbanas' de los ochenta.

'Leica y la Nueva Visión' es la primera de las ocho secciones de una exposición que desgrana la nuevas temáticas y enfoques que abrió la innovadora cámara y cómo cambió el lenguaje visual.

El mago de la revolución Leica es Oskar Barnack, ingeniero de la fábrica Leitz en Wetzlar, que en junio de 1914 culminó el prototipo. Una cámara compacta para película de 35 milímetros, estándar en el cine, que amplió el tamaño de la imagen hasta los 24x36 milímetros. Frente a las engorrosas placas de vidrio que exigían cámaras enormes, ofreció una alternativa pequeña y ligera que permitía tomar imágenes en serie de forma sencilla y rápida. La primera camara que cabía en un bolsillo o en un bolso femenino y que permitía a su portador pasar desapercibido.

Bajo el lema 'Negativos pequeños, imágenes grandes' se comercializa en 1925 con un objetivo Elmar de ideado por Max Berek, un 50 milímetros y una luminosidad de f/3.5. El obturador de cortinilla, también revolucionario, tenía un rango de 1/20 a 1/500 de segundo, y se dispuso en posición de una Z por la palabra 'Zeit', tiempo en alemán. El cambio de paradigma en el mundo de la fotografía estaba servido.

Llegó en una época de vertiginosas mutaciones, con el orden social resquebrajado tras la primera guerra mundial y la revolución soviética, en plena eclosión del automóvil, el avión y los rascacielos, con el constructivismo, el dadaísmo y el futurismo en el arte.

En 1930 la Leica I Schraubgewinde de objetivo intercambiable abre otra revolución óptica, al permitir alternar la lente de 50 milímetros con un gran angular de 35 mm y un teleobjetivo de 135 mm. A mediados del siglo XX Leica da otro paso gigantesco con la M3, con montura de bayoneta, un milagro del diseño que combina simplicidad y flexibilidad.

Líder mundial con su modelos M5 y M6, Leica sufrió un severo bajón, primero con la irrupción de las grandes marcas japonesas y después con la popularización del la fotografía digital. Unos reveses de los que se ha recuperado en los últimos años adaptando sus míticos modelos a la selva digital.

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