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El Guggenheim expone obras de Picasso, Klee y Kandinsky de la colección Rupf

IÑAKI ESTEBAN

Viernes, 11 de noviembre 2016, 01:09

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Hermann Rupf lo tuvo todo de cara para ser un buen coleccionista. Fue becario en un banco de Fráncfort en el que también trabajaba en prácticas Daniel-Henry Kahnweiler, el galerista que dibujó la carrera profesional de los cubistas como Picasso, Braque y Juan Gris. Ambos se desplazaron por un empleo a París -Rupf en Galerías Lafayette y Kahnweiler como corredor de Bolsa- y pasaban las tardes en el Louvre, en los cafés de los artistas, en el teatro y en los conciertos.

El periodo en el que fueron muy amigos, el primer tercio del siglo XX, es el más rico de las vanguardias y en el que menor precio tenían las obras de sus creadores. Para colmo, Rupf compró un apartamento en París y se lo alquiló a Kahnweiler. Le cobraba la renta en especies, es decir, en cuadros de sus artistas. Siempre de dimensiones reducidas porque se los llevaba literalmente bajo el brazo de regreso a Berna, donde regentaba una mercería en la que despachaba las últimas novedades en botones, lencería y perfumes de la capital francesa, entonces en plena Belle Époque.

Una sugerente representación de las quinientas obras que llegó a tener Rupf se muestra desde hoy en el Museo Guggenheim Bilbao. La exposición suma setenta piezas, entre las cuales se encuentran algunas contemporáneas -de Donald Judd, Piero Manzoni y Lucio Fontana, entre otros-, que se han ido añadiendo a los fondos originales (Pablo Picasso, Vasily Kandinsky, Georges Braque, Juan Gris, Fernand Léger o Paul Klee) desde que Rupf y su esposa crearan en 1954 en Berna la fundación que lleva su nombre. «Vivieron de lo que les daba la mercería, en una casa normal de Berna y en otra que tenían en los Alpes, donde guardaron las obras durante las dos guerras mundiales. Nunca compraron como una inversión para especular luego con ella. Era su modo de vida», relató ayer en el Guggenheim Susanne Friedli, de la Fundación Hermann y Margrit Rupf.

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