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San Millán y el Metropolitan, una historia con final feliz

San Millán y el Metropolitan, una historia con final feliz

El prestigioso museo neoyorquino accede a la petición de Diario LA RIOJA a corregir una pieza mal catalogada

JORGE ALACID

Miércoles, 12 de octubre 2016, 23:00

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Esta es una de esas noticias que parecen un cuento. Un cuento con final feliz. Un cuento propio de los convulsos avatares que suelen pespuntear la historia del arte. Cada pieza posee su trayectoria particular, fruto de las peripecias que atraviesa su propiedad, más confusa cuanto más antigua. Desde ese punto de vista, toda visita a un museo se convierte en un recorrido por el mundo del saqueo. Un metódico saqueo de un sinfín de valiosas riquezas esparcidas por el mundo. Un saqueo también benéfico, porque acaba poniendo a disposición del espectador una golosa experiencia: así sucede con cuantas pinacotecas tenga el lector en la memoria y así sucede, por supuesto, en el prestigioso e inabarcable Metropolitan Museum de Nueva York, que custodia entre sus tesoros una hermosa pieza de origen riojano, procedente de San Millán.

Se trata de uno de los marfiles de la arqueta emilianense repartidos por todo el orbe, aunque su vida ha conocido tan tumultuosos vericuetos que ha llegado a poner en duda a expertos tan autorizados como los conservadores de la institución neoyorquina: Diario LA RIOJA tuvo noticia a finales del verano de que esa pieza, una delicada talla que tal vez debería volver algún a día a su casa, estaba mal catalogada. Se atribuía su localización, tanto en la ficha situada en la vitrina donde se exhibe como en la web del museo, a la vecina región de Castilla y León. Ni huella de La Rioja. Informada su oficina de prensa, el pasado 15 de septiembre respondió con la celeridad y la diligencia propias de las instituciones norteamericanas: desde el Metropolitan se aceptaba que, en efecto, había un error en la catalogación y se anunciaba que sería rectificado en ambos soportes. Más rápido en la web, más lentamente en papel. El signo de los tiempos.

Egle Zygass, una de las responsables del servicio de comunicación del museo, se había apresurado desde el primer intercambio de mensajes con este periódico a prometer máxima eficacia y alta capacidad resolutiva. Lo atestigua el último correo enviado por el museo, donde Zygass achacaba el fallo a que el monasterio de San Millán se situaba en la antigua provincia de Castilla cuando alumbró la pieza, allá en el siglo XI. Los visitantes actuales, añadía Zygass, no parecen muy familiarizados con los recovecos de la historia de España; de ahí que el error se haya mantenido demasiado tiempo. El Metropolitan aprovechaba para agradecer el aviso proporcionado desde Diario LA RIOJA y confesaba su dicha ante el anuncio de que se corregiría el fallo para que la pieza se atribuyera finalmente a lo que denomina «moderna provincia» de La Rioja.

La talla emilianense se custodia en uno de los espacios que tutela el Metropolitan lejos de su sede central. Porque, en realidad, el célebre museo de Manhattan es uno y trino. El más conocido de esos tres espacios, el llamado Metropolitan Fifth Avenue, se ubica como se deduce en la Quinta Avenida, junto a Central Park. Un megamuseo cuyas salas albergan prácticamente toda la historia del arte: como enfatiza su propia propaganda, atesora piezas procedentes de los últimos cinco mil años. Nada menos. Una mirada panorámica que se combina en otras dos pinacotecas más contenidas: el cercano The Met Breuer, dedicado a revisar la época moderna y contemporánea del arte, y el periférico The Met Cloisters, donde se alberga esa pieza oriunda de La Rioja. De ahí tal vez que haya pasado desapercibida para el gran público la errónea catalogación del marfil: The Cloisters (los claustros) se ubica al norte de Harlem, lejos de los circuitos turísticos habituales. Dentro de la lujosa panoplia de tesoros con que comparte alojamiento en ese apartado rincón neoyorquino, la talla de San Millán se ve condenada casi al anonimato: el visitante la encuentra al final del recorrido, en una coqueta sala donde se guardan otros tesoros medievales.

Porque The Cloisters ejerce, de hecho, como una suerte de prolongación del Metropolitan central para exponer sus fondos de la Edad Media. Una apabullante colección, traída desde rincones de toda Europa, que exigió hace un siglo a los responsables del museo un espacio propio, donde ese jugoso botín de piezas brillase como corresponde a su alto valor. Así nacieron estos claustros, porque, en efecto, el museo es una sucesión de ellos: claustros italianos, españoles, franceses, alemanes... Claustros que alojan espectaculares retablos, imponentes estatuas, maravillosos lienzos, delicadas piezas de orfebrería... Un acabado repaso al arte medieval donde se hizo un hueco esa hermosa talla nacida en San Millán, que tal vez algún día se reúna en su cuna con sus hermanas. Con su origen bien claro en la ficha: para el Metropolitan, San Millán vuelve a ser riojano.

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