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Carteles de 'Reina Juana' y 'La velocidad del otoño'. :: l.r.
EL CREPÚSCULO DE LAS DIOSAS

EL CREPÚSCULO DE LAS DIOSAS

JONÁS SAINZ - CRÍTICA DE TEATRO

Martes, 27 de septiembre 2016, 23:35

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Antes que nada, permítame un consejo mateo: no deje que nadie le amargue la fiesta. Si le tira el pisado de la uva, las degustaciones de panceta y el vermú torero, no se corte; vístase de domingo, anúdese el pañuelo al cuello, pase sin recato por el cajero automático y salga a la calle dispuesto a hacerse hueco a base de codazos y pisotones. No se olvide de dar grandes voces de esquina a esquina, cante jotas chorra y beba a lo alto hasta arruinarse la camisa. Palmotee efusivamente a los conocidos que aborrece en su fuero interno, entréguese con pasión al gintonic de terraza y, si a la parienta se le antoja ir al teatro, afloje el cinturón, aproveche para roncar un rato y al final haga lo que todos, aplauda ostensiblemente, póngase en pie y grite como en el fútbol 'yo soy español, español, español'. Total... son cuatro días. Ya volverán mañana el otoño, la crisis y las elecciones generales para demostrar de veras cómo las gasta un riojano como Dios manda, un demócrata de toda la vida. Y, sobre todo, no haga caso a quien le lleve la contraria; el público siempre tiene la razón.

En este Bretón festivo y excesivo encantado de tragarse lo que le echen, indolente como nuestro ingobernable país, han entusiasmado 'Reina Juana' y 'La velocidad del otoño', con las impecables interpretaciones de dos grandes damas de la escena, Concha Velasco y Lola Herrera respectivamente, crepusculares ambas, pero aún por encima de aquello que defendían, ínfimas obras con un interés muy circunstancial y propuestas artísticas tan académicas que resultan antiguas y rápidamente olvidables.

La 'Reina Juana' escrita por Ernesto Caballero, capaz de textos tan inspirados como aquella lorquiana 'María Sarmiento' y otros tan insulsos como este, no llega a la categoría de teatro; es más bien la oportunista biografía dramatizada de un personaje histórico mal conocido al que se pretende dotar de una humanidad posible pero con un resultado que tampoco logra alejarse del estereotipo. Si algo de verdad tiene esta Juana la Loca es solo gracias a Concha Velasco, que realmente parece convencida y entregada a encarnarla en su cautiverio de reina y en su soledad de mujer, porque tampoco Gerardo Vera desde la dirección hace mucho más que subrayar puerilmente una composición excesivamente descriptiva y nada dramática.

Le sucede lo contrario a Magüi Mira en 'La velocidad del otoño', que roza peligrosamente el melodrama en esta comedia bienintencionada muy del gusto anglosajón sobre una mujer mayor que se niega a que sus hijos decidan por ella y que, en realidad, lo único que espera es recuperar el deseo de disfrutar de un simple paseo por el parque del brazo de uno de ellos. Nuevamente, son los actores, en este caso Lola Herrera muy bien apoyada en un Juanjo Artero cómplice, quienes evitan el sopor mortal. Aunque, para recuerdos crepusculares, habría preferido conservarla 'En el estanque dorado' junto a Héctor Alterio, por no hablar de 'Cinco horas con Mario' y 'Función de noche'.

Pero el público siempre tiene la razón. Y ya lo he dicho, no deje que nadie le amargue la fiesta. A fin de cuentas, yo solo soy el muerto en la piscina de Sunset Boulevard mientras Gloria Swanson desciende la escalinata creyéndose bajo los focos una última vez. A quién le importa si es en realidad teatro o engaño.

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