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Retablo de San Cristóbal y Dante de Suñol, en el IES Sagasta.
El arte medieval riojano luce en el Prado

El arte medieval riojano luce en el Prado

Dos tablas donadas por Várez Fisa y pintadas en la región son los exponentes del arte del siglo XIII en el museo

Víctor Soto

Jueves, 11 de agosto 2016, 20:13

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logroño. Hace casi cincuenta años, el empresario José Luis Várez Fisa comenzó una íntima relación con el Museo del Prado mediante la donación del Retablo de San Cristóbal. Ya en el 2013, el ciclo se cerró con la entrega de un legado de obras maestras medievales que llenaron un vacío existente en la entidad cultural más visitada de España.

El arte medieval, románico y gótico, estaba relegado en la colección museística y necesitaba el impulso que Várez Fisa, un empresario, coleccionista y mecenas de origen catalán, se decidió a dar. Gracias a esa donación, los espectadores pueden disfrutar ahora de dos salas con obras maestras del Románico, el Gótico y el Renacimiento español datadas entre los siglos XIII y XVI.

Entre estas piezas, dos destacan por su procedencia. El retablo de San Cristóbal es uno de los ejemplos mejor conservados y más especiales del arte de la Corona de Castilla. Tal vez, y aunque parezca un contrasentido, su buena conservación se debe a que, en el siglo XVIII, se repintó con una vulgar Sagrada Familia que fue eliminada en 1970.

Entonces, apareció el deslumbrante retablo gótico, en el que la figura de San Cristóbal, el gigante mítico, aparece portando sobre sus hombros a Cristo, con dos caminantes en el cinto, una rueda de molino en un brazo y con un árbol como cayado para atravesar el río. Dos curiosidades más hacen de esta iconografía, vinculada con Italia, especial y única. La primera, el sayo remangado y la representación infantil y casi naif del río, con sus peces y anguilas sólo esbozados. Peces que, producto del 'merchandising', pueden encontrarse en la tienda de la pinacoteca impresos en camisetas y estuches para pinturas.

El segundo detalle singular, el orbe que sujeta el niño Jesús, como si fuese una pelota, dividido en cielo, mar y tierra.

El profesor Fernando Gutiérrez Baños, de la Universidad de Valladolid, ha estudiado a fondo el retablo y publicado en el Boletín del Museo del Prado un artículo tratando de responder a una pregunta aparentemente simple: cuál es la procedencia de la obra. Basándose en sus detalles, como la advocación de San Millán en uno de sus paneles, sus inscripciones, escritas en romance arcaizante, y detalles como la heráldica o la presencia de Santo Domingo Guzmán, Gutiérrez Baños concluye que «el programa iconográfico, así como el carácter netamente riojano de sus inscripciones» hace pensar en «el encargo de algún fraile dominico riojano con destino a su parroquia de origen». Pero sin poder avanzar en sus investigaciones ni determinar qué localidad disfrutó de esa pieza.

Una tabla «única»

Además del Retablo de San Cristóbal, un frontal de altar con escenas de la infancia de Jesús de principios del siglo XIII exhibido en la misma sala del museo madrileño tiene una marcada historia regional. Se trata de la «única pintura sobre tabla del Románico riojano que se conserva», según el catálogo del Prado, y que Várez Fisa adquirió de la iglesia parroquial de Arnedillo en 1945. Antes, la pintura, que representa en su parte superior la Adoración de los Reyes Magos (Baltasar, blanco aún, se arrodilla para entregar un presente) y en su parte inferior la presentación de Jesús en el templo, se ubicó en la ermita mozárabe de Nuestra Señora de Peñalba, también en Arnedillo.

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