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«Francisco temía cometer un error y acabar en la cárcel»

D. MENOR

Domingo, 31 de julio 2016, 00:57

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El costarricense Marco Bulgareli y la colombiana Paula Andrea Mora consideran que les ha tocado la lotería. Son dos de los catorce jóvenes que ayer almorzaron con el Papa en el Palacio Arzobispal de Cracovia después de que los organizadores montaran una rifa para elegir a los comensales entre los voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Fue una comida con menú polaco en la que Francisco charló de forma distendida y los chavales no se cortaron a la hora de hacerse selfis con él. «Le preguntamos cuál era su plato favorito y nos dijo que come de todo, porque tiene un estómago de hierro. También nos contó que cuando se confiesa siempre dice primero el pecado del que más se avergüenza, porque así siente de verdad el perdón de Dios», explicó Bulgareli.

El joven costarricense quiso saber cuál era el mensaje del Papa para quienes están encarcelados y éste le respondió lo que ya dijo anteriormente en su visita a algunas prisiones. «Me contó que siempre se pregunta por qué ellos y no él, que él también podría habría podido cometer un error y acabar en la cárcel». Mora, por su parte, recordó los consejos de Jorge Mario Bergoglio para evangelizar: dar testimonio y utilizar la palabra como última herramienta.

Francisco completó ayer su penúltima jornada en Polonia visitando el santuario de San Juan Pablo II, un complejo de reciente factura impulsado por el cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia y durante décadas secretario personal del Papa polaco. En este lugar que custodia varias reliquias de Karol Wojtyla, el Pontífice ofició una misa ante 2.000 sacerdotes, religiosos y seminaristas en la que les recordó que, como hombres y mujeres de Iglesia, estaban llamados a tener una vida «en la que no haya espacios cerrados ni propiedad privada para nuestras propias comodidades». Antes de la ceremonia, el Papa confesó a ocho jóvenes y saludó a dos niñas, una de las cuales no tenía piernas y cuya operación para implantarle unas prótesis había sido pagada por el propio Bergoglio.

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