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Israel Elejalde, como príncipe Hamlet, junto a Jorge Kent, en el montaje de Kamikaze. ::
«Todos somos Hamlet»

«Todos somos Hamlet»

El director de Kamikaze, Miguel del Arco, que ha representado este fin de semana 'Hamlet' en el Bretón con Israel Elejalde, viaja de la tragedia de Shakespeare al existencialismo

Jonás Sáinz

Domingo, 10 de abril 2016, 10:43

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«Enfrentarse a Hamlet tiene algo de suicida, lo que no es una mala premisa para mí, que soy un Kamikaze». Miguel del Arco (Madrid, 1965) ha pasado en pocos años de ser el sorprendente adaptador pirandelliano de La función por hacer a uno de los más brillantes directores de la escena española. La violación de Lucrecia, Veraneantes, Juicio a una zorra, De ratones y hombres, Misántropo y la Antígona de Teatro de la Ciudad son algunos de los magníficos montajes que ha levantado con su mirada, a un tiempo sensual y profundamente comprometida. Acaba de rodar su primer largometraje, Las furias, está a punto de afrontar una zarzuela y le solicitan estrellas como Nuria Espert. Pero es con Kamikaze, su compañía de siempre, con quien más arriesga y crece. Su actor fetiche, Israel Elejalde, ha protagonizado este fin de semana en el Bretón el Hamlet que siempre ha estado esperando para hacer un viaje de la tragedia de Shakespeare al existencialismo.

-Por fin Hamlet.

-Hamlet es un título mayor. El público siempre lo espera. Y eso mismo lo convierte en un riesgo. Todos lo conocen y eso disipa el factor sorpresa. Todos tenemos un Hamlet en la cabeza. El personaje es absolutamente poderoso y ponerte a escarbar en él es siempre interesante. La palabra shakesperiana conecta con el gusto del espectador.

-Israel Elejalde en estado de gracia.

-El personaje está servido por un poderoso actor. Israel Elejalde está en estado de gracia en todo lo que está haciendo, que son muchas cosas, pero aquí es que se da la vuelta a sí mismo. Hay algo de él que te abduce. Está abierto en canal desde el minuto uno.

-Su montaje es técnicamente complicado.

-Queríamos ir a la velocidad del pensamiento hamletiano. Hamlet no solo piensa demasiado, sino que piensa demasiado bien, como dice Harold Bloom [Hamlet, un poema ilimitado]. Y eso lo hemos intentado plasmar con la ayuda de una iluminación técnicamente compleja y de proyecciones audiovisuales. Lo difícil en el escenario es conseguir que todo parezca fácil.

-Se suele simplificar el mito de Hamlet con la duda, pero es mucho mas que eso.

-Efectivamente es un poema ilimitado que tiene que ver con la invención de lo humano y la contradicción permanente en que vivimos. Todos somos Hamlet ante el dilema de ser o no ser. Es puro existencialismo. Y aún tiene muchas más cosas: es profundamente trágica pero está atravesada de sentido del humor, la locura real, la locura fingida...

-Aunque es un clásico universal, ¿cuál es su mayor vigencia?

-Ese dilema eternamente irresuelto entre el ser y el no ser en que todos nos movemos es de todos los tiempos, esa angustia existencial es intemporal. Es cierto que en la obra de Shakespeare resuenan la palabra y el pensamiento del siglo XVII, pero lo hace con una modernidad inaudita que interpela directamente al ciudadano del XXI.

-Es su segundo Shakespeare. ¿Tenía que ser Hamlet?

-Lluìs Omar dice que podría estar siempre haciendo Hamlet. Y yo siento que también para un director es un desafío parecido. Son palabras mayores. Siempre quise hacerlo... hasta que me puse con ello y me di cuenta del tremendo lío en el que me había metido. Al principio lo miras como si fuera el Everest; un gigante invencible. Y luego, simplemente, comienzas a escalarlo poco a poco.

-En la producción cuentan con la CNTC.

-Sí, porque Kamikaze somos una compañía pequeña...

-Pero cuántas cosas han pasado, y en qué poco tiempo, desde La función por hacer.

-Yo mismo me sorprendo; no termino de asimilar porque muchas de esas funciones siguen vivas y siguen representándose. La función... irá próximamente a Francia, La violación de Lucrecia acaba de estar en Colombia con un éxito asombroso, Juicio a una zorra también sigue representándose... No tengo tiempo ni de despedirme de cada espectáculo. Parece como si en poco tiempo nos hubiésemos convertido en una compañía de repertorio. Parece que ha pasado mucho tiempo y no es así, pero nos ha cambiado la vida.

-¿Adaptador antes que autor?

-Soy hombre de teatro. Empecé escribiendo guiones y acabo de hacer mi primera película [Las furias, que se estrenará en septiembre], pero lo mío es el teatro. Y adaptar los clásicos me llena enormemente también como creador.

-¿Qué tal ha sido la experiencia cinematográfica?

-Básicamente se trata de contar historias, aunque técnicamente es muy diferente. Es una experiencia muy intensa, con unos presupuestos muchos mayores por el equipo técnico y material que condicionan mucho el proceso de rodaje. Eso te obliga a bregar con la frustración. En el teatro pruebas y corriges; aquí cada día de rodaje pasa y no hay marcha atrás en lo que has hecho.

-Y ahora va a dirigir una zarzuela.

-Es un encargo que me encanta. Es una reescritura de El año pasado por agua y La Gran Vía. Yo no he sido aficionado a la zarzuela; el costumbrismo de otros títulos me echaba para atrás pero con este proyecto me he entusiasmado. Es un género muy popular y muy teatral.

-¿Qué queda de Teatro de la Ciudad?

-Estamos metidos en una segunda edición. Andrés Lima y Alfredo Sanzol ya trabajan en los talleres, en este caso de comedia. Y yo estoy liado con muchas cosas, pero me incorporaré cuando pueda. Es algo que no queremos dejar que decaiga. Fue una gran experiencia.

-Han recuperado el concepto de participación ciudadana a través del teatro. Eso tiene claras connotaciones políticas, ¿no cree?

-Funcionó muy bien en Madrid, con gente entrando y saliendo de una sala y otra y hablando de lo que estaba sucediendo allí y de sus connotaciones ciudadanas. El teatro tiene que ser siempre un espacio de diálogo. ¿Político? El hombre es un animal político y hay que reivindicar esa capacidad de diálogo que parece que se ha perdido con esta crispación, Hay que contribuir a que esto cambie.

-El cuarto centenario de la muerte de Shakespeare y Cervantes debería ser algo más que una efemérides.

-Las efemérides así deben servir para animar a celebrar la cultura a diario.

-¿Envidia a los ingleses en ese sentido?

-La vida cultural en ambos países no es ni comparable. Cervantes debería ser parte del orgullo nacional; pero que lo sintamos de verdad, que nos vengamos arriba con él como con la Roja. Pero en España siempre miramos la cultura de reojo.

-En política no se habla de cultura.

-Los ciudadanos deberíamos transmitir a los políticos la obligación moral de construir un país desde la cultura, pero nada.

-¿Y de teatro?

-Cada vez se hace más precariamente. El 21% nos ha matado. Intentamos malvivir con cuatro funciones al mismo tiempo...

-Personalmente, nunca he visto en un escenario nada como lo que Nuria Espert hace en La violación de Lucrecia...

-Yo tampoco.

-Después de ese trabajo, para el que Nuria Espert le buscó a usted, ¿qué pide un director a sus actores?

-He tenido muchos profesores, pero maestra solo una: Nuria Espert. En Argentina la adoran y en Colombia, donde no la conocían apenas, se han rendido ante ella. Y uno solo puede aprender de eso. Lo que yo hago es acompañar a los actores; nos acompañamos mutuamente. En De ratones y hombres, donde trabajé con un grupo al que entonces no conocía tanto, les pedí lo que yo necesito: amor y humor. Estar abierto a darlo todo, a jugar con el sentido lúdico que en otros idiomas se da al teatro. En el teatro hay que jugar; con alegría y, al mismo tiempo, como si te fuera la vida en ello.

-¿Es necesario el teatro? ¿Para qué sirve? ¿Se hace estas preguntas?

-Continuamente. ¿Qué hago aquí? Juan Mayorga dice que el teatro se encarga de convertir el ruido del mundo en poesía. Eso es lo que yo intento. Hamlet no nos cuenta nada nuevo; es el modo en que lo hace. Esa es la única manera de seguir creciendo; seguir preguntándonos siempre ser o no ser... Esa es la cuestión.

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