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Francisco bromea con Enrique Peña Nieto. :: Jorge Nuñez / efe
El Papa clama contra la corrupción

El Papa clama contra la corrupción

Bergoglio reclamó a los obispos locales «coraje profético» y no «condenas generales» ante las injusticias

DARÍO MENOR

Domingo, 14 de febrero 2016, 01:22

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México es «un gran país». Constituye un «referente» para América por su «riqueza cultural», su «multiculturalidad» y la «sabiduría ancestral» de sus pobladores. Pero también es una nación martirizada por la guerra contra el narcotráfico, un infierno en la Tierra en el que campan a sus anchas «la corrupción, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia, el tráfico de personas, el secuestro y la muerte». En su primer día completo en México, el papa Francisco afrontó ayer esta dualidad y trató de insuflar esperanzas a sus pobladores para que apuesten por el «bien común» y se revelen contra el narco, «una metástasis que devora» la sociedad.

Jorge Mario Bergoglio no se escondió en discursos de circunstancias ni se quedó sólo en las palabras bonitas en los dos primeros discursos. Tanto en su alocución a las autoridades del país tras su reunión con el presidente, Enrique Peña Nieto, como en su audiencia posterior con los más de 170 obispos del país, el Pontífice agarró el toro por los cuernos y denunció el tráfico de drogas, la falta de oportunidades para los jóvenes, la marginación a los indígenas o el maltrato a los inmigrantes. Lo hizo sin cortarse porque estuvieran delante de él algunos de quienes consienten estos atropellos, ya sea desde el poder político, económico o religioso.

Para los mexicanos, la presencia de Francisco entre ellos durante seis días es un motivo de esperanza. Muchos esperan que sus palabras provoquen una sacudida social que contribuya a la mejora de país. «Al menos nos han arreglado el firme de muchas carreteras gracias a que él ha venido», decía en tono bromista un taxista. Pese a los seis grados de temperatura que se registraron en la mañana de ayer en Ciudad de México, cientos de miles personas jalearon a Bergoglio a su paso en el papamóvil por las calles de la capital. El Papa estaba encantado del recibimiento y no se ahorró saludos y cariños con los fieles, especialmente con los minusválidos y los enfermos. Su cara de emoción en esos momentos contrastaba con el rictus serio que ofreció en su encuentro con Peña Nieto, cuya esposa, Angélica Rivera, no volvió a presentarse con el vestido blanco pontificio con el que recibió a Bergoglio el viernes en el aeropuerto.

Las palabras más duras se las dijo Francisco a los obispos en el encuentro que mantuvo con ellos en la catedral de la Asunción. Con su habitual puño de hierro en guante de seda, se refirió a las diferencias que subyacen en el episcopado local y denunció entre líneas la connivencia de algunos con el crimen organizado. «Les ruego no minusvaloren el desafío ético y anticívico que el narcotráfico representa para la entera sociedad mexicana, comprendida la Iglesia». Los obispos no pueden quedarse en «condenas genéricas», sino mostrar un «coraje profético» para poner en marcha proyectos pastorales «serios y cualificados» que ayuden a entretejer «la delicada red humana».

Es la respuesta que exige «la proporción del fenómeno, la complejidad de sus causas y la inmensidad de su extensión», así como la «metástasis que devora», la «violencia que disgrega» y sus «trastornadas conexiones». Francisco también habló del narcotráfico en su encuentro con 1.200 representantes de las autoridades y de la sociedad civil en el Palacio Nacional. Aunque México ha sido visitada otras seis veces por obispos de Roma, Bergoglio fue ayer el primero en ser recibido en la sede de la presidencia de este país con una relación tortuosa entre el Estado y la fe católica.

Peña Nieto se refirió por encima a esta realidad al recordar que la nación que dirige es «laica», pero vela porque se cumpla la libertad religiosa como un derecho fundamental de sus ciudadanos. Aunque no lo citó, sus palabras eran un reflejo de la laicidad positiva que defendía siempre Benedicto XVI.

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