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Franco y Carmen Polo, en una imagen de 1968.
El franquismo usó la ciencia como coartada para controlar la prostitución

El franquismo usó la ciencia como coartada para controlar la prostitución

Álvaro Soto

Sábado, 28 de noviembre 2015, 08:03

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Entre las décadas de los 30 y 40, la prostitución pasó en España por tres etapas: prohibida durante el final de la República, en el año 35; legal en el 41, cuando el franquismo abolió el decreto de prohibición; y problema de salud pública en los primeros años de postguerra, en los que la desesperada situación económica de muchas mujeres las llevó a ejercer este oficio tanto en los prostíbulos como en las calles, los cines o las pensiones.

Para limitar esta actividad, el régimen quiso levantar pilares científicos que justificaran la dura represión que llegaría, así que la prostitución "ya no era un problema social o económico, sino de conducta desviada", explica la investigadora Eva Zubieta; "el problema no era la prostitución, sino la prostituta". El objetivo quedó muy claro: meter a estas mujeres, "completamente normales pero pobres", en cárceles convencionales, en reformatorios del Patronato de Protección a la Mujer y en las Cárceles Especiales para Mujeres Caídas.

De buscar las coartadas psicológicas para justificar el castigo a las mujeres se ocuparon el psiquiatra Antonio Vallejo Nágera y sus colaboradores Eduardo Martínez Martínez y Francisco J. Echalecu y Canino, que utilizaron informes médicos "de un rigor científico nulo" para justificar el internamiento de estas mujeres, según un estudio de la Universidad Complutense publicado esta semana.

En su libro 'Eugenesia de la Hispanidad y Regeneración de la Raza' (1937), Vallejo Nágera ya escribía: "Más del 50% de las rameras son deficientes mentales, unas eréticas (irritables), otras apáticas, algunas sensitivas, casi todas amorales". Años más tarde, Vallejo Nágera olvidaba la pobreza de la postguerra como causa de la prostitución y aseguraba: "Impulsan a la prostitución causas endógenas (oligofrenia, psicopatía) o que radican en la constitución biopsíquica del sujeto; y causas ambientales o exógenas".

Así se sentaba la doctrina oficial, de manera que "las prisiones especiales para mujeres caídas eran la respuesta científica correcta al problema de la prostitución desde los puntos de vista psicológico y pedagógico", afirma Rafael Llavona, coautor del trabajo de la Complutense.

A las prostitutas se las trataba como "inferiores mentales", pero no como enfermas, explica Javier Bandrés, profesor de Psicología de la Complutense. Según los autores, este vínculo entre prostitución y problemas mentales se prolongó durante todo el franquismo, hasta la Constitución del 78. Los autores concluyen que el tratamiento del régimen a la prostitución es "un ejemplo de la biopsicología puesta al servicio de un proyecto de biopolítica en el marco de un estado totalitario".

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