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Ezequiel Martínez Llorente posa con su libro 'Cultos paganos' ante la catedral de la Seo de Zaragoza, donde reside. :: L.R.
«El pasado es un ejército eternamente vencedor»

«El pasado es un ejército eternamente vencedor»

Traductor y escritor

DIEGO MARÍN A.

Lunes, 29 de junio 2015, 23:14

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Aunque se dedica profesionalmente a la corrección literaria y a la traducción de autores como Paul Theroux, Malcolm Gladwell, Nancy Horan y Woody Guthrie para editoriales como Alfaguara, Taurus y Global Rhythm, el alfareño Ezequiel Martínez Llorente también escribe obra propia. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza, realizó un postgrado de traducción literaria en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Ha publicado cuatro libros: 'Imarginaciones es una autografía' (2003; Premio a la Creación Artística, modalidad de narrativa, 2002), 'Personas que acoges cuando no viene nadie' (2007), 'Unos calcetines blancos' (2009) y el nuevo 'Cultos paganos' (Walrus Books), un extraño compendio de recuerdos personales, citas musicales, aforismos...

-¿Es afín a los 'cultos paganos'?

-Más bien me atrae sentir el fin que quiero en los cultos paganos que me gustan.

-El formato de su libro es extraño, una obra extensa con párrafos cortos y frases directas. ¿Por qué?

-Es un libro escrito con intuiciones a lo largo del tiempo. Las intuiciones te llevan a sitios extraños. Lo mismo que el tiempo.

-¿Es una novela o en qué género podemos encuadrar su obra literaria 'Cultos paganos'?

-Creo que llamarlo «novela» es un atrevimiento. Podría colar, de todos modos, por qué no. Pero en todo caso sería una novela primitiva, aún en las raíces, como un reflejo invertido y embarrado del ramaje por el que corren el aire y otras voces más clásicas.

-Parece que el hilo conductor son los recuerdos y las anécdotas musicales. ¿Es lo que le ha empujado a escribir 'Cultos paganos'?

-Todo lo que hacemos es conquistado de inmediato por el pasado. Si no es el tema más interesante para hablar, al menos es el que más nos llena, sin duda. El pasado es un ejército eternamente vencedor, y todo lo que narre a ese pasado victorioso está infectado de una épica especial. La música de la que hablo tiene siempre un componente épico. No tanto de gestas pasadas, en realidad, pero sí de muchas encrucijadas. Es casi siempre buena música. Me llena. Los Salvajes o Godflesh salen. Poison también. Pagan Altar o Angel Witch, por desgracia, no.

-Los recuerdos personales se intercalan con la información musical, ¿por qué esa mezcla?

-Es un diálogo. La música que te llega rebota en la cabeza. Luego, pasado el tiempo, tienes pensamientos interesantes y muchas veces es un rebote, el eco retardado y distorsionado, de esa música que te engancha y a la que entonces te atreves a responder.

-Lo cierto es que es un libro inclasificable. ¿Ha sido complicado encontrarle editor?

-Ha sido tan complicado como que es un libro autoeditado. Walrus Books es el subsello de la editorial Morsa para este tipo de proyectos. No ha sido en absoluto un trabajo solitario. En este sentido ha sido satisfactorio trabajar con personas muy implicadas. Personas a las que cuesta encontrar, está claro. La portada de Fran Barquero es esencial, por ejemplo, para que un libro extraño como este cobre personalidad.

-¿A qué se aspira con un libro así, tan complicado hasta de definir?

-Ya existe. Ya es pasado.

Corrección y originalidad

-Eso sí, exhibe una pulcritud y corrección ortográfica impropia del mercado editorial actual...

-Me debo a un rigor. Me gusta la repetición, para empezar algo hay que darse cuenta de que todo en el fondo es lo mismo. Como poco un desconcierto muy parecido. Creo que muchas veces esto se desatiende en busca de la originalidad. O haciendo como que no prestamos atención e incurriendo en errores superficiales como los ortográficos.

-Hay partes más poéticas, concisas y directas, con sentencias, como 'Paredes maestras', y otras, en cambio, más farragosas y herméticas, como la última, 'El hilo'. ¿No resulta un cambio demasiado brusco, como una contradicción?

-El libro es de papel y concluye en un bosque, casi como cualquier cuento que se precie. Para cubrir ese tránsito natural nada mejor que un ciclo de estaciones. Frío, calor, viento, oscuridad. Y, en el fondo, la tradición te dice que la contradicción no existe sino que se busca.

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