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Muere el poeta y pensador libertario Jesús Lizano

El autor cultivó una poesía social «para el pueblo» y reunió en la antología 'Lizania' una aventura creativa de más de medio siglo

R. C.

Jueves, 28 de mayo 2015, 01:07

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«Soy anarquista poético: mi patria es el mundo, mi familia es la humanidad. Soy poeta irremediablemente, no tengo mérito». Así se definía el filósofo, poeta y pensador libertario Jesús Lizano, que murió en la madrugada de ayer en su Barcelona natal a los 84 años. Le venció la leucemia contra la que batallaba desde hacía cuatro años. Nacido el 23 de febrero de 1931, licenciado en Filosofía, Lizano fue profesor de instituto, aunque pronto cambió la docencia por la poesía. Fue uno de los poetas más innovadores y osados en los tenebrosos años cincuenta. Pero se sumió en los sesenta en un largo periodo de silencio para reaparecer en los años ochenta. Se dedicó entonces a viajar ofreciendo recitales en directo que hicieron popular al jocoso poeta ácrata de la perenne barba blanca.

Aseguraba hacer una «poesía social y humana de y para el pueblo», con la que trataba de acercar a sus congéneres el mensaje que recibe el poeta del ámbito natural». Su larga aventura creativa de más de medio siglo quedó reunida en el volumen 'Lizania. Aventura poética 1945-2000' (Lumen). Es una antología que daba cuenta de su paso por distintas etapas, del humanismo de inspiración cristiana al existencialismo, pasando por el marxismo y la etapa libertaria, que él consideraba como «humanismo poético», y que surgía «del paso del Mundo Real Político al Mundo Real Poético». Su bibliografía incluye una veintena de obras de corte anarquista, con títulos como 'Lo unitario y lo diverso' (Lumen), 'El ingenioso libertario Lizanote de la Acracia o la conquista de la inocencia' (Virus editorial), 'Lizanote de la Mancha. Tercera parte' (El Ciervo) y '¡Hola, compañeros!, (manifiesto anarquista)' (Lamalatesta). En sus 'Cartas abiertas al poder literario', escritas a lo largo de 20 años, denunció la marginación de su obra y el dominio que ejerce todo poder sobre la cultura.

Para Lizano, un poeta era «un mensajero de la belleza» y el artista auténtico un ser «carente de amor propio y vanidad».

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