La chica de Bletchley Park
La película narra la especial personalidad de Alan Turing, matemático que descifró el código Enigma y padre de la informática moderna
DANIEL ROLDÁN
Sábado, 3 de enero 2015, 01:26
Un verde y cuidado jardín. Unos frondosos árboles. Una casa -más bien mansión- de estilo victoriano en el centro de Inglaterra que invita a pasear, a leer un libro en sus instalaciones si la lluvia inglesa lo permite, fue cualquier cosa menos todo lo anterior. Bletchley Park sí fue una mansión ahora convertida en un museo, pero no sirvió para que sus ricos moradores habitarán a finales de los años 30 y comienzos de los 40. Fue el Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno (GCHQ, en sus siglas en inglés), el organismo británico encargado de descifrar todas las comunicaciones de la Alemania nazi, de intentar estar un paso por delante del enemigo para intentar ganar. Allí, se reunieron algunas de las mentes más brillantes del lado aliado para intentar descifrar Enigma, un sistema de comunicación cifrado usados por los germanos para enviar sus órdenes.
En ese equipo estaba un matemático peculiar, un auténtico genio incomprendido. Era Alan Turing, una de las mentes más privilegiadas del siglo XX, padre de la informática moderna y responsable del equipo que descifró la caja misteriosa de comunicaciones. «Era un ser humano extraordinario, amable, bueno, algo cohibido pero muy determinado y tenaz. Tenía unos extraordinarios talento y habilidad. La tragedia de su vida no es que acabara pronto, sino que fuera perseguido en una época de intolerancia por su sexualidad», resume Benedict Cumberbatch, que se ha convertido en Turing en 'The Imitation Game (Descifrando Enigma)', el último acercamiento a la figura del genio y a su papel clave en la Segunda Guerra Mundial estrenado este jueves. Una actuación que el mundo no conoció porque era alto secreto. Hasta que no se desclasificaron los ficheros no se supo qué papel tuvo Turing, fallecido el 7 de junio de 1954 tras morder una manzana con cianuro en un trágico accidente, según su madre, o un suicidio, según la versión oficial. Tampoco se supo nada del papel de Joan Clarke, la gran amiga del matemático, dispuesta a casarse con él a pesar de que era homosexual. O quizás, por eso mismo. «Hubo un momento en el que él creyó que podría casarse con una mujer y ser normal, sea lo que sea eso. Era una gran amiga y quizá hubiera funcionado. Estas son algunas de las personas que ayudaron a ganar la Segunda Guerra Mundial», explica Keira Knightley.
La actriz londinense, de 29 años, se ha convertido en este siglo XXI en una promesa del fútbol femenino ('Quiero ser como Beckham'), en damisela en apuros aunque con mucho carácter en los mares caribeños (saga 'Los piratas del Caribe'), en protagonista de las novelas de Jane Austin ('Orgullo y Prejuicio'), películas de acción ('Domino' o 'London Boulevard') o comedias musicales como 'Begin Again'. Había rozado la Segunda Guerra Mundial en 'Expiación', pero en la película dirigida por el noruego Morten Tyldum entra en el mundo de los espías y de la ciencia.
Secretos
'The Imitation Game' recorre la vida de Turing en tres etapas: su adolescencia en Dorset, la época de la contienda mundial en Bletchley Park y la posguerra. Esa época durante la Segunda Guerra Mundial está llena de secretos y de injusticias. Por ejemplo, que Joane Clarke cobraba menos que el resto de sus compañeros del proyecto Enigma; o que su elección, tras ganar un concurso matemático propulsado por Turing, tuviera el rechazo del resto de sus compañeros masculinos. A pesar de que la gran parte de los 9.000 trabajadores que tuvo a tener este centro era femenino -casi ocho de cada diez-, eran pocas las mujeres encargadas para las labores más complicadas. «¿Cómo se puede sobrevivir en un mundo dominado por los hombres? Si eras amable, nadie se daba cuenta porque era lo normal», se preguntaba la actriz en una entrevista en el Daily Mail.
«Es extraordinario que puedas pasar seis años de tu vida haciendo algo como eso y nunca más volver a hablar de eso. No se les permitía hablar de ello, ni siquiera entre ellos», señala Knightley.