Borrar

LA TARDE OSCURA DE EL JULI

BARQUERITO 8ª DE BILBAO

Sábado, 30 de agosto 2014, 23:10

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Desganado, desconfiado y desafortunado, El Juli vivió la más gris de sus muchas tardes de toros en Bilbao. A la desconfianza y la mala fortuna del lote, se sumó otra incomodidad: a El Juli parece perturbarle no se sabe si poco o mucho la presencia fastidiosa de Fandiño en el mismo cartel.

El desafío entre ambos sólo tuvo un momento caliente: El Juli no llegó a estirarse con el segundo de corrida. Un toro celoso y pegajoso, que, antes de sangrar, se puso por delante o se frenó. Tras la segunda vara, castigado y menguado el toro, Fandiño salió a quitar: tres chicuelinas ligeras pero ceñidas, y media de remate. Se oyeron palmas de tango. El Juli cobró un metisaca y una estocada.

Los dos primeros toros de corrida habían salido terciados. Cinqueño pasado el primero, que tuvo fijeza pero no humilló, cortó el viaje, adelantó por las dos manos y se enteró. Ferrera resolvió con seguridad pero se atascó con la espada y con el descabello. El segundo no fue ni más toro ni mejor. El tercero, aleonado y cabezón, rizado, caribello, muy bien hecho, tuvo plaza y trapío. Fandiño le dio distancias, y esa fue buena idea, pero le perdió pasos por sistema. La faena no llegó ni a romper ni a progresar.

El cuarto de corrida fue toro con música propia. Se templó Ferrera en tandas bien ligadas y ajustadas, mejor con la diestra que con la siniestra. En los medios el trabajo entero, abierto en pausas excesivas que resultaron como cortes de luz. Un pinchazo, una estocada. El quinto de la tarde fue tan deslucido como el segundo pero bastante más listo. De trámite El Juli, en línea, por fuera, sin decidirse ni a castigar ni a probar alguna fórmula que no fuera el mero estar encima. Un pinchazo y una estocada. Algunos pitos, no muchos.

Antes de soltarse el sexto, y ya con la puerta de chiqueros abierta, se plantó en el ruedo un espontáneo, y tras el espontáneo, dos números de la policía y dos banderilleros en manifiesta actitud disuasoria. Y, en fin, el sobrero y último, que se encontró cansado a todo el mundo menos a los veintipico profesores de la banda municipal y al eminente maestro Ocón. Una clase de música.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios