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Unos cogollos de marihuana en una copa.
Barça, Gaudí, playa y marihuana

Barça, Gaudí, playa y marihuana

El Ayuntamiento de Barcelona quiere establecer más controles a los clubes cannábicos de la ciudad

CRISTIAN REINO

Lunes, 21 de julio 2014, 00:40

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El turismo en Barcelona ha sido noticia mundial en los últimos tiempos no por la Sagrada Familia, el museo Picasso o el Camp Nou, los tres iconos más visitados, sino por los clubes cannábicos, establecimientos privados donde está permitido fumar porros y a los que acuden los turistas extranjeros con la misma pasión, e intención (colocarse), que a los 'coffeeshops' de Holanda. The New York Times se hizo eco el 11 de julio del auge de estos locales, el artículo dio la vuelta al mundoy Barcelona quedó retratada como la Ámsterdam del sur de Europa. La polémica se desató en la ciudad y no se sabe si como causa efecto, pero esta misma semana, cuatro de los propietarios de uno de los mayores clubes cannábicos de Barcelona fueron arrestados y puestos a disposición del juez acusados de un delito de blanqueo de capitales (hasta dos millones de euros). Posteriormente, el juez clausuró las dos sedes de la asociación, que cuenta con 10.000 socios, una treintena de empleados y tiene unos ingresos anuales de 1,5 millones. Días después, los Mossos detenían a los responsables de otro club, en Sant Cugat del Vallès, acusados de un delito de tráfico de drogas.

Desde una parte del colectivo cannábico se cargó contra las administraciones local y autonómica, a las que acusaron de perseguir a este tipo de asociaciones.

El consejero catalán de Interior, Ramon Espadaler, negó que los Mossos d'Esquadra hayan emprendido una campaña contra estos establecimientos y aseguró que la policía «cumple y hace cumplir la ley». «No tiene el ánimo de perseguir a nadie, sino de combatir los supuestos delitos, sean de la naturaleza que sean», afirmó.

Operaciones

La cuestión es que en los últimos meses se ha producido un goteo de operaciones policiales contra estos locales, que suman unos 300 en toda Cataluña (200 en Barcelona). Los cáluclos de estos colectivos aumentan la cifra a unos 500 establecimientos en toda España. Las autoridades han llegado a la conclusión de que tienen que intervenir, más allá de la actuación policial contra los que no hacen bien las cosas o no llevan las cuentas de manera acertada.

Así, por ejemplo, el Ayuntamiento de Barcelona ha decretado una moratoria de un año, periodo durante el cual no podrán abrir nuevos establecimientos. La norma municipal rige desde hace un mes, es de carácter preventivo y el Consistorio la ha adoptado para que el asunto cannábico no se le fuera de las manos. «Para evitar que el problema se convierta en grave», afirmaron los responsables municipales. Hasta ahora era bastante sencillo poner en marcha un club de este tipo, que exigía más o menos los mismos requisitos que una peña futbolística: bastaba con constituirse como asociación, aprobar unos estatutos y comunicarlo al Ayuntamiento. Todo es perfectamente legal, ya que se trata de entidades de ámbito privado, integradas por socios, que se amparan en el cultivo para el autoconsumo.

Pasado este año, el Ayuntamiento buscará una regulación más exigente que dificulte la apertura de nuevos locales. El propio sector reclama desde hace tiempo una regulación «restrictiva» que aporte seguridad jurídica y garantice que los clubes cumplan con todos los requisitos y eviten las malas prácticas, que las hay, y más en una ciudad que está de moda, que recibe a millones de turistas, muchos de ellos ávidos de diversión y desenfreno. De hecho, el mes pasado, por primera vez en Cataluña, un juez decretó el cierre de un club ubicado en el centro de Barcelona, porque entendió que en local se traficaba con drogas.

La clave está en que al autocultivo sólo es delito penal si se produce para terceras personas o para lucrarse. Es lo que ocurre en algunos centros que incluso se anuncian en internet o a través de comerciales que distribuyen panfletos por la ciudad, como hacen los bares y las discotecas para captar clientes, sobre todo turistas. Pero en el caso del club de fumadores, los trabajadores de estos centros les invitan a hacerse socios para poder consumir hachís y marihuana.

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