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'Los pájaros', una de las obras de Braque expuestas en el Guggenheim de Bilbao.
Braque, la materia gris del cubismo

Braque, la materia gris del cubismo

El apabullante genio de Picasso jibarizó el talento racional y reflexivo de su colega, amigo y uno de los padres de la revolución cubista

MIGUEL LORENCI

Viernes, 13 de junio 2014, 01:28

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«Una herida que se hace luz». Eso era el arte de Georges Braque (1882-1963), padre del cubismo junto a un Picasso, y cuya obra es una constante exploración estética e intelectual. El Guggenheim de Bilbao desvela el mecanismo de esa iconoclasta aventura creativa en la mayor retrospectiva dedicada al genial artista francés, materia gris del cubismo y el primer pintor vivo que expuso en el Louvre. Con patrocinio del BBVA, la muestra reúne dos centenares y medio de piezas y material inédito. Se suma al 50 aniversario de su fallecimiento y sitúa la obra de Braque que Picasso jibarizó en el epicentro de la vanguardia del siglo XX.

«Lo fortuito nos revela la existencia», aseguraba Braque. Y la muestra, con una crucial aportación del parisino Pompidou, recorre esa cadena de innovadores hallazgos, pareja a la de coetáneos muy cercanos como Apollinaire, Rene Chair, Erik Satie o el propio Picasso. Abarca todas las etapas creativas de Braque, de sus inicios en el Fauvismo a sus recaídas figurativas, sus últimas series sobre los talleres, pájaros y los paisajes casi expresionistas de Varengevilles. Reúne 250 piezas, magistrales y desconocidas, del inventor del collage.

Traza además su perfil biográfico mediante fotos de Man Ray, Cartier-Bresson o Doisneau y documentos inéditos que testimonian la profunda relación de su arte con la música -tocaba el acordeón, la flauta y el violín- y su amistad con el compositor Erik Satie y con poetas e intelectuales como Pierre Reverdy, Francis Ponge, René Char y Carl Einstein.

«No hay que imitar aquello que se desea crear». Esta era una de las máximas de un artista que asesinó la perspectiva y se debatió entre el rigor y la emoción. «Ser el artista oficial de la Francia Gaullista le ensombreció a ojos de la generación contestataria que le siguió», apunta Brigitte Léal, comisaria de la muestra y directora adjunta del Centro Pompidou. «Picasso cuenta sus museos por decenas, pero Braque, enterrado con honores de Estado, no tiene museo ni en Francia», hace notar Léal. «Ambos lideraron el cubismo, pero Picasso era explosivo, ególatra, comprometido y extrovertido y Braque, más introvertido y solitario -no se autorretrató jamás-, tenía en Cézanne su modelo ético y pictórico».

La muestra comienza en 1905, cuando Braque descubre los colores salvajes de los 'fauves' en el salón de Otoño de París y se mira en otros grandes coloristas como Rafael, Van Gogh o Corot. En un arco de seis décadas concluye la muestra con sus escenas de taller y sus desconocidas esculturas, paisajes y escenografías.

Es crucial su encuentro con Picasso en el Bateau-Lavoir de Montmartre en 1907. El genio malagueño trabajaba en 'Las señoritas de Aviñón', feroz y fascinante germen del cubismo en el que Braque percibe la potencia de una pintura sin perspectiva y planos angulosos. Aquel encuentro marca el inicio del cubismo. Braque abandona su fe fauvista y avanza en lenguaje de Picasso: el plano sustituye al volumen y su paleta es de ocres y grises en la época que le colocará en la historia del arte.

«Pequeños cubos»

Su andadura cubista comienza con paisajes, arquitecturas, instrumentos musicales y retratos como 'Gran desnudo' (1907). Expone en 1908 en la galería Kahnwiller unos paisajes del pueblo de L'Estaque, que Matisse bautiza como «pequeño cubos» etiquetando el naciente movimiento. Es el crítico Louis Vauxceller quien recogió la expresión de Matisse y certificó el estreno oficial del cubismo.

Con temperamentos distintos, Braque se confiesa «muy unido a Picasso» y «guiado por una idea común». Se veían a diario y establecieron una rara y fructífera complicidad «que duró hasta el final de su vidas, a pesar de los hirientes y crueles piropos de un Picasso de lengua siempre afilada», explica la comisaria. Pero la diferencia la establece ya Apollinaire, para quien Picasso es «una poderosa llama» y Braque un «regulador». Imprime Braque, con todo, un nuevo carácter al cubismo en 1912 con sus famosos 'papiers collés' (papeles pegados). Su primer collage 'Compotier et verre' marca el camino hacia el cubismo sintético, mucho mas esquemático y adusto.

Tras la Primera Guerra Mundial, en la que fue herido y casi muere, retoma en 1917 la pintura con naturalezas muertas y los bodegones suaves y más coloristas. Braque sorprende mirando al pasado clásico en un aparente retorno al orden y a lo figurativo. Introduce figuras humanas en obras como 'Mujer con paleta' (1936) o 'El dúo' (1937), saturadas de signos ornamentales. En la Segunda Guerra Mundial emerge el Braque más oscuro y atormentado, el de las calaveras y los pescado negros.

El tema del pájaro, que siempre le inspiró para «sacar lo mejor» de su dibujo y su pintura gana importancia con el encargo en 1955 para decorar la sala Hércules del Louvre dedicada a las colecciones etruscas. Con 70 años trabaja duro durante tres meses en tres paneles con enormes y sensuales aves azules, legado de un Braque maduro pero vitalista e innovador al que el Louvre consagra dos años antes de su muerte con la muestra 'L'atelier de Braque' en 1961.

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