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Una de las pocas imágenes que existen de la figura decorativa del siglo XVIII.
La sangre de la calabaza no era de Luis XVI

La sangre de la calabaza no era de Luis XVI

Científicos del CSIC reconstruyen un genoma completo, que puede ser de ayuda en la medicina forense para discernir el origen

DANIEL ROLDÁN

Viernes, 25 de abril 2014, 01:17

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La calabaza está manchada de sangre, pero no de sangre real. Esa es la conclusión de un estudio internacional en el que ha participado el Consejo Superior de Investigadores Científicas (CSIC) para determinar si los restos de esta reliquia eran de Luis XVI, el guillotinado rey francés, como se creía hasta el momento. Un trabajo que llegó a manos del CSIC rodeada de unas medidas de seguridad y de un secretismo inusitados para estos investigadores habituados a trabajar con menos condiciones.

La ya famosa calabaza, un objeto que usaban los soldados de los siglos XVIII y XIX para llevar la pólvora de sus armas, está decorada al fuego con retratos de Danton, Marat, Robespierre, María Antonieta y Luis XVI. Cuenta la historia que muchos ciudadanos se lanzaron al cadalso donde cortaron la cabeza al rey aquel 21 de enero de 1793 en París para empapar sus pañuelos y tener un recuerdo histórico. Uno de esos parisinos que buscó su souvenir fue Maximilien Bourdaloue. Metió en su calabaza el pañuelo y encargó su decoración a un artesano para después vendérsela por 300 francos a un tipo llamado 'el Águila'. Para muchos, detrás de este apodo, se escondía el propio Napoleón, que quería para sus tesoros personales la sangre del último monarca absolutista francés. Además, el nombre elegido -'el Águila'- puede hacer referencia al símbolo elegido por el Emperador para dar nombre a sus tropas de la 'Grande Armée'. Ahora se sabe que Maximilien quiso dar gato por liebre.

Por los avatares de la convulsa Europa, la calabaza llegó a manos de una familia aristocrática italiana de Ímola, que la guarda desde entonces con celo. «Está en una cámara de seguridad de un banco», afirma Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva, un centro mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra. Esta familia, que ha permanecido siempre en el anonimato, decidió en el 2009 saber si la historia de la calabaza era cierta y en su interior quedaban restos reales. A través de sus abogados, nunca de forma directa, contactaron con un investigador de la Universidad de Bolonia, Davide Pettener, para consultarle si era posible realizar un análisis genético de esta obra de arte. El científico italiano, a su vez, se puso en contacto con Lalueza-Fox para pedir su colaboración, como en proyectos anteriores. A Barcelona, sede del Instituto de Biología Evolutiva, llegó una muestra de la sangre con la que ponerse a trabajar como si fueran forenses en el 2010.

Las nuevas tecnologías les permitieron realizar una secuenciación del genoma completo tras descifrar el cromosoma Y de tres borbones vivos y ver que no coincidía con el ADN recuperado de la calabaza. No era de su antepasado. Es la primera vez que se consigue una secuenciación de un periodo histórico reciente y lo que ha llamado la atención a la revista Nature para publicar esta investigación. «Las técnicas empleadas serán útiles en los estudios forenses, donde más allá de recuperar unos marcadores genéticos informativos, se podrá trabajar con genomas completos», añade Lalueza-Fox.

Origen centroeuropeo

El análisis funcional del genoma se basó en dos puntos principales, la línea genealógica y el aspecto físico, y en ambos el resultado fue negativo. Según los registros históricos que se remontan a sus 16 tatarabuelos, Luis XVI poseía una línea genealógica muy heterogénea en la que predominaban los ancestros centroeuropeos, principalmente originarios de la zona que hoy en día está repartida entre Alemania y Polonia. Por el contrario, el genoma recuperado en la calabaza pertenece a un individuo con un claro componente francés e italiano. En cuanto a la apariencia física, el ADN secuenciado apunta a una estatura media en Francia en aquella época y ojos marrones, cuando los retratos y los relatos históricos describen a Luis XVI como el hombre más alto de la corte y con los ojos azules.

A pesar de este revés para los intereses de los patrocinadores de esta investigación, el valor de la calabaza no es nada desdeñable. La exquisitez del trabajo realizado y la época a la que pertenece hacen que esté tasada en medio millón de euros. «Desde el punto de vista artístico es exquisita», añade el investigador del CSIC, que desconoce qué hará finalmente la familia italiana, si procederá a la venta o se la dejará dentro de la cámara acorazada. Sus abogados no han dicho ni palabra sobre tan espinoso asunto.

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