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Emilio Aperribay, en la plaza de España de Santo Domingo de la Calzada, donde veranea. :: Javier Albo
Del bombardeo de Guernica a Santo Domingo

Del bombardeo de Guernica a Santo Domingo

Emilio Aperribay sobrevivió al ataque, del que se cumplieron en abril 80 años

JAVIER ALBO

Lunes, 28 de agosto 2017, 09:18

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santo domingo. Emilio Aperribay Icazuriagagoitia -huelga decirlo- es vasco. Nació apenas un mes después de estallar la Guerra Civil en España, de la que le tocó vivir uno de sus episodios más dramáticos: el bombardeo de Guernica. El pasado 26 de abril se cumplieron 80 años del mismo. Él no se enteró. O, por lo menos, no lo recuerda, ya que solo tenía un año cuando la Legión Cóndor alemana dejó caer su letal carga sobre la ciudad símbolo de los fueros vascos y la redujo a escombros. Emilio iba en brazos de su madre, que corría despavorida por la carretera de Bermeo, intentando esquivar a los Heinkel que ametrallaban cualquier signo de vida. Tuvieron suerte. Hoy puede contarlo, entre otras cosas, porque aquel camión en la carretera en el que su progenitora iba a esconderse de los aviones voló por los aires poco antes de que llegaran.

Desde Santo Domingo de la Calzada, a donde su familia se trasladó cuando el bombardeo les dejó sin nada y a la que acude a veranear regularmente desde el año 2004, Emilio desgrana los recuerdos que tantas veces oyó contar a sus padres, a los que el ataque cogió separados. Su padre y su hermano, algo mayor que él, corrieron a un refugio que había cerca de la fábrica de armas. «Un fraile les mandó rezar, tumbados, porque las llamas de la fábrica entraban por las ventanas. En un momento, los dos se cambiaron de sitio y poco después cayó una bomba que mató a mucha gente. Mi hermano resultó herido en la cabeza por una esquirla. Cuando le preguntan por el bombardeo les dice: Mi recuerdo lo tengo aquí». Y les enseña la herida. La familia al completo pudo reencontrarse a la noche en un caserío de Lumo, cuyos dueños eran los que les repartían la leche. Solo estuvieron allí dos noches. Después se vinieron a Santo Domingo de la Calzada en un camión de su tío, que participaba del negocio familiar de almacenamiento y distribución de patatas por la zona de Vizcaya.

El padre de Emilio había comprado, antes de la guerra, unas fincas en La Emperatriz, donde hoy se levanta una bodega del mismo nombre. Llegó a tener hasta 120 vacas, cuya producción lechera destinaba a una fábrica de apreciada mantequilla, Gorki -era ruso-, en Ezcaray. También cultivó patatas. Vivían en el número 53 de la entonces calle General Mola, en un piso alquilado a la familia Zárate, propietaria del desaparecido Café Suizo. Allí estuvieron seis años, hasta que se trasladaron a Castañares de Rioja, más cercana a la finca. En 1953, cuando el dueño, un militar de alto rango, levantó la hipoteca se marcharon a Bilbao, a donde ya habían mandado a Emilio con 12 años, con unos tíos, para que estudiara.

El bombardeo les cambió la vida y les desvinculó físicamente de Guernica, donde su casa en la calle Industria fue una de las devastadas por las más de 30 toneladas de bombas -dicen- que se lanzaron aquel fatídico día. Hoy, aquello es un recuerdo triste que llena de emoción el rostro de Emilio cuando se le pregunta por aquello. «Se me pone un nudo en la garganta...», se excusa ante la imposibilidad de hablar. «Físicamente no lo he vivido, pero los recuerdos, a través de lo que nos contaron nuestros padres, son imborrables». El tiempo ha atemperado la rabia, pero aún quedan cosas. «Lo que no admito es que se diga que aquello lo hicieron los propios», dice de la versión que el Régimen dio del ataque.

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