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Diego Marín A.
Sábado, 27 de mayo 2017, 19:37
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«Alberto, ¿vienes a este acto libre y voluntariamente? ¿Quieres contraer matrimonio con Carolina y, efectivamente, lo contraes en este acto?», pregunta Jorge Loyo, alcalde de Anguciana. Las preguntas se repiten con Carolina y las respuestas en ambos casos son afirmativas y similares: «Sí, por supuesto». Sólo que el alcalde, al recibir la respuesta de ella, espeta: «Hombre, después de la que has liado». Y tanto, porque la boda civil de Alberto y Carolina se celebró el pasado viernes 26 de mayo a las 8.30 horas, y no fue en Las Vegas ni de resaca, sino después de un madrugón y a mil metros de altura, a bordo del globo aerostático del experimentado piloto riojano Óscar Ayala.
Todo se remonta a un año atrás, cuando la chica contactó con Ayala para pergeñar la singular boda. El novio sabía que se casaban ese día en Anguciana, pero no en globo. «Ella llamó primero a Óscar y después yo hablé con ella. Estábamos compinchados. Pero no es la primera vez, el año pasado ya casamos a otra pareja de Madrid y Barcelona», explica Jorge Loyo. Aunque lo habitual es oficiar estos actos en el salón de plenos del Ayuntamientos y, como mucho, restaurantes o bodegas. De hecho, el día después la feliz pareja celebraron con amigos y familiares haber contraído matrimonio en las Bodegas Eguren Ugarte en Laguardia (Álava). Los padres de ella son de Uruñuela, por eso, a pesar de vivir en Madrid, han venido hasta La Rioja para tal acontecimiento.
Para Óscar Ayala, en cambio, es su tercera boda como piloto e insiste en que «el novio no sabía nada, ni que se iba a montar en globo, sólo le habían dicho que el alcalde de Anguciana les esperaba a las 7 de la mañana en la plaza de toros de Haro porque estaba muy ocupado y no disponía de otra hora para casarles». Todo muy extraño, pero él, resignado, parece que aceptó. Sabía que iba a casarse, pero no en globo. A esa hora, en ese lugar, es donde Ayala queda habitualmente con sus clientes para volar.
«Todo tranquilo y relajado»
«Todo tranquilo y relajado»
La comitiva partió hacia Cidamón, desde donde despegaron. El vuelo sobrevoló, como acostumbra Ayala con sus Globos Arcoíris, La Rioja Alta, en esta ocasión, Casalarreina y Cuzcurrita del Río Tirón, donde se produjo el casamiento, y llegó hasta Foncea. Con los montes Obarenes al fondo, Alberto y Carolina se dieron el sí quiero ante un reducido número de invitados, sólo los padres de cada uno, un fotógrafo, el alcalde y el piloto. Pero Óscar reservó una broma más para el novio, que no estaba muy convencido del vuelo. «No sabía ni si montar, tenía algo de respeto. Y, cuando despegamos, pasamos junto a un árbol y arranqué una rama para dársela a la novia. Entonces nos balanceamos y el novio lo pasó mal», recuerda Óscar, quien, después, se disculpó.
«Fue todo muy tranquilo y relajado, todo salió muy bien y fue muy entrañable», explica el piloto de aerostación. Tal es así que la novia, ya esposa, le dijo: «Se lo voy a contar a todas mis amigas»; así que quizá aumente el trabajo próximamente. Proposiciones parecidas no le faltan, aunque no todas se pueden cumplir. «Me piden mucho que lleve a los novios hasta la iglesia, pero eso no se puede hacer si no es en una ermita alejada y a primera hora de la mañana. Los horarios de las bodas y de los globos no suelen ser compatibles», explica Ayala. Y es que los vuelos en globo, por las corrientes de aire, se realizan al amanecer y al atardecer.
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