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La calle Grande de Calahorra, en una imagen tomada desde el edificio del Casino.
Pequeñas historias de una calle
LA RETINA DE LA MEMORIA

Pequeñas historias de una calle

Memoria de la calle Grande, cuando Calahorra era muy distinta

María Félez

Domingo, 27 de abril 2014, 12:52

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Es fácil para un calagurritano saber dónde el fotógrafo colocó su cámara para tomar esta maravillosa imagen. El edificio que a día de hoy ocupa la sede del Casino Principal fue el lugar elegido. Desde allí puede contemplarse toda la calle Grande. Una de las principales vías del municipio a mediados del siglo pasado. Parece un día de fiesta. Nada especial. Quizás un domingo cualquiera. Quizás una mañana de primavera.

La calle Doctor Fleming aún no se llama así. El heladero y sus compañeros contemplan la llegada de una mujer. O quizás sólo han notado la presencia del fotógrafo en la primera planta del majestuoso edificio y lo miran con curiosidad.

Unos pequeños rondan solos por la calle. Todos en pantalón corto, entonces era lo habitual. Parecen estar a sus cosas. Ellos no han notado la presencia de la cámara, aunque seguro que sí han visto el carrillo de los helados.

Sólo un par de coches están aparcados a los lados de la calle. Más allá, unas furgonetas que seguro han transportado los productos que se venden por las calles. En esa época los agricultores salían a las calles a vender sus deliciosas hortalizas todos los días del año. Los productos se sortean apoyados por el suelo.

A la altura de la calle El Sol una terraza con cinco mesas y sin embargo los hombres se sientan en la fachada del bar.

Las hornacinas con los santos Emeterio y Celedonio dan la bienvenida a la calle, como en la actualidad. Una calle que siempre ha tenido los mejores negocios de la ciudad; la librería Viuda de G. Gil era uno de ellas. Ahora, en esa misma ubicación se encuentra uno de los comercios más antiguos de la localidad: Textil Aznar. Un poco más adelante parece haber otro pequeño negocio en el edificio que hace sólo varios meses se derribó.

Los portales ya son portales y en un gigantesco cartel se anuncian los productos a la venta de alguna de las tiendas cercanas. Paraguas, confecciones, medias, artículos de regalo...

Al fondo se intuyen edificios que siguen en pie a día de hoy y balconadas que con el paso del tiempo han ido desapareciendo de la mítica calle. Los toldos, bien echados, mitigan el sol que da en los edificios de una de las laderas.

Los tendidos eléctricos cruzan de lado a lado la calle con la sujeción de postes de hierro. Y arriba, casi rozando el cielo calagurritano, el campanario de la iglesia de Santiago, testigo mudo de lo que va aconteciendo en una plaza abarrotada de puestos refugiados del sol.

Pequeñas historias de una calle que siempre ha sido reflejo de lo que sucedía en una ciudad. Pequeñas historias que marcan el paso de los años.

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