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DIEGO MARÍN ABEYTUA
Sábado, 25 de febrero 2017, 00:04
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A comienzos del presente año comenzaron las obras de estabilización de las laderas de la Atalaya de Haro, una obra necesaria y a la que urgieron los vecinos del cerro del Castillo cuando las intensas lluvias de años atrás, igual que desprendieron partes significativas de los Riscos de Bilibio que obligaron a una explosión controlada, produjeron derrumbes en la zona más alta de Haro. El Ayuntamiento jarrero adjudicó la obra, que incluyó la intervención también en el cerro de Santa Lucía, por 315.000 euros a la empresa Geobrugg Ibérica.
El plazo de ejecución, de dos meses, se está cumpliendo según lo previsto y se espera que las obras puedan acabar, incluso, antes de tiempo, a finales del mes de febrero. La intervención consiste en escalonar la ladera de la Atalaya con la instalación de barras de acero y mallado protector. De hecho, esta cubierta ya está colocada a modo de faja sobre el cerro. Previamente, unos técnicos habían valorado que, aunque la intervención no era urgente, sí que era necesaria. «Primero encargamos un estudio cuyas conclusiones fueron que no había un gran peligro, pero sí se podrían producir desprendimientos poco a poco, como ya había ocurrido, y por eso decidimos actuar», justifica Javier Redondo, concejal de Obras del Ayuntamiento de Haro.
La actuación consiste en «colocar unas mallas como profilaxis para evitar que rueden trozos ladera abajo, y que estas se 'peguen' a la Atalaya con tornillos a distintas alturas», explica Javier Redondo. Precisamente, la forma de sujeción fue uno de los motivos de controversia en esta intervención, que fue sacada a concurso público tres veces y por la que una empresa de las cinco participantes en el proceso final se quejó de la adjudicación presentando una reclamación que el Consistorio jarrero ha desestimado esta misma semana en su junta de gobierno.
Para el edil de Obras, «la malla está bastante integrada en el paisaje» y ahora queda que, con el tiempo, la vegetación la 'conquiste' para darle un aspecto más natural. «A finales de febrero o principios de marzo estará acabada la obra e, incluso, puede producirse una pequeña economía de ahorro», detalló ayer Redondo, después de haber visitado la intervención el día anterior. Tras esta actuación, el equipo de Gobierno estudia la posibilidad de habilitar un nuevo mirador en la Atalaya, junto al aparcamiento público acondicionado el año pasado, y, con el tiempo, acometer la renovación de la red de abastecimiento de agua potable para las viviendas de la zona.
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