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La fiesta de la Batalla del Vino en pleno auge en las campas de San Felices, con pistolas de agua y botas como armas para mojarse unos a otros.
Bacanal en los Riscos de Bilibio

Bacanal en los Riscos de Bilibio

La contienda madrugó, a las 8 horas, mucho antes de que comenzara la misa en la ermita, la guerra ya había estallado junto a los primeros rayos de sol

DIEGO MARÍN A.

Domingo, 6 de julio 2014, 23:34

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Si Baco viera todo el vino que se derramó ayer en Haro, probablemente moriría del disgusto de no poder beberlo, retorcido de angustia entre el barro. Y es que la Batalla del Vino desafía cualquier previsión. Se temía a la lluvia y salió un sol radiante. Se quiso aguardar el inicio de la guerra hasta las 9.30, después de la misa que ofició el párroco jarrero Carlos Esteban (uno más, después, entre la muchedumbre), pero a las 8 horas la Batalla del Vino ya había comenzado, jaleada por los jóvenes que, una vez finalizada de madrugada la verbena en Haro, se trasladaron a los Riscos de Bilibio para continuar allí la fiesta.

El regreso a las campas de San Felices, una vez desaparecido el peligro de derrumbes, la coincidencia del día de San Pedro con el domingo y el buen tiempo provocaron que una vez más el festejo fuera multitudinario. El concejal de Festejos del Ayuntamiento de Haro, José Luis González, hacía un temprano recuento sobre las 11 horas: más de 10.000 personas y 130.000 litros de vino. Un guardia civil era más atrevido y cifraba la asistencia en 13.000 personas. En realidad, un número más real parece acercarse a las 8.000 personas. Y el vino es incalculable. El consistorio harense aporta 2.250 litros, bodegas, peñas y cuadrillas, otros tantos cada uno, y los particulares portan desde fumigadoras hasta sencillos 'bricks' de un litro de vino cuya calidad parece hacerlo idóneo para convertirse en munición.

Mientras los reporteros de medios de comunicación nacionales e internacionales repetían ayer en directo el erróneo origen de esta singular romería (un falso litigio con Miranda por la propiedad de la zona), al actor logroñés Pepe Viyuela, presente para grabar el programa 'España a ras de cielo' de TVE, le descubrían la verdad. La Batalla del Vino, que no comenzó a denominarse así hasta que el corresponsal de LA RIOJA Enrique Hermosilla la bautizó en estas páginas en 1949, surgió de forma casi espontánea, cuando unos jóvenes jugaron a echarse vino durante esta antiquísima costumbre de acudir en romería a la ermita de San Felices, patrón de Haro.

«Esta fiesta tiene una raíz muy especial, comienza con la religión y luego se profana un poco, hay convivencia...», destacó Pepe Viyuela, ya impregnado en vino y mientras almorzaba un bocadillo de morcilla, cortesía de la peña Cachondeo. Aunque, como buen riojano, conocía la Batalla del Vino, «no la había vivido y es una experiencia extraña». «Tenía un poco de miedo porque hacía frío y sabía que, como la gente me conoce, iban a ir a por mí. Me han echado vino con fumigadoras, con una máquina que se utiliza para pintar paredes, cubos, ¡con un cono de carretera que llevaban de vino!, con botas, que es el arma más tradicional pero creo que ya es la más inofensiva; y hasta me han metido en una bañera», explicó sereno Viyuela. En conclusión, opinó: «Es una fiesta muy bonita, preciosa».

Entre los miles de romeros había de todo: el párroco, ediles, peñistas, vecinos de a pie, harenses, gente de Zarratón (los raposos, que se unen a la fiesta celebrando San Pelayo), de Santo Domingo de la Calzada, de Miranda de Ebro, Logroño, País Vasco... «Las fiestas de nuestro pueblo son muy buenas y hay que disfrutarlas», declaró José María Alonso, que reconoció haber tirado vino con una sulfatadora y un garrafón. «Llevo desde los 3 años aquí y tengo 35», recordó. De su cuadrilla es Luis de la Fuente, que afirmó que «la Batalla del Vino es especial, una gozada». Armado con una sulfatadora y un 'bag in box', afirmó: «34 años tengo... 29 años llevo viniendo».

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