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Alejandro Narvaiza admira algunas de las obras de la exposición. / MIGUEL HERREROS
Dos rostros de la misma obra
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Dos rostros de la misma obra

La Sala Amós Salvador acoge la obra de Alejandro Rubio Dalmati, que falleció en el 2009. Se trata de una retrospectiva de la obra que generó con su otra mitad creativa, su sobrino Alejandro Narvaiza

larioja.com

Jueves, 12 de septiembre 2013, 21:30

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Dalmati y Narvaiza han vuelto a las salas de exposiciones, en concreto, a la logroñesa Amós Salvador, que ha inaugurado este jueves la exposición 'Dalmati-Narvaiza 1913-2013. La concejal de Comercio, Cultura y Turismo, Pilar Montes, y el director general de Cultura, José Luis Pérez Pastor han presentado la muestra, que se podrá visitar hasta el próximo 3 de noviembre.

Dedicada a la obra de Alejandro Rubio Dalmati, galardón a las Bellas Artes Riojanas en el año 2000 y que falleció en el 2009, se trata de una retrospectiva de la obra que generó con su otra mitad creativa, su sobrino Alejandro Narvaiza, un equipo que, a partir de 1970, utilizó la firma Dalmati-Narvaiza.

Al cumplirse cien años desde su nacimiento, Cultural Rioja ha querido rendir un homenaje al que fuera autor de esculturas como los monumentos al Labrador, a Los Fueros, a los Donantes de Sangre de Logroño o de la Fuente de los Riojanos Ilustres.

La exposición cuenta con 54 esculturas y 69 pinturas y dibujos, que han sido cedidas, principalmente por Alejandro Narvaiza, así como por el Museo de La Rioja, el Museo de Calahorra, la Consejería de Cultura, el Instituto de Estudios Riojanos, Fundación Caja Rioja, además de numerosos particulares.

Una vida dedicada al arte

Alejandro Rubio Dalmati, hijo de padre español y madre chilena, nació en el pueblo chileno de Chillán. Su padre, natural de Fuenmayor, era un gran tallista y trabajó de profesor en la Escuela de Artes y Oficios, por lo que, en cierta medida, Rubio Dalmati recogió la tradición familiar de amor por la plástica y la escultura.

Una vez en Logroño, Rubio Dalmati se educó con los Maristas. A los 14 años dejó la escuela y empezó a preparar oposiciones a banca, pero pronto decidió que su camino era la escultura y se trasladó a Madrid para estudiar Bellas Artes en la Academia de San Fernando. En Madrid compaginó los estudios de Bellas Artes con los de Anatomía (durante tres cursos) para aprender cómo era el cuerpo humano y utilizar ese conocimiento en sus obras escultóricas.

Comienzos artísticos

También en Madrid conoció a Picasso y a Gabriela Mistral, cónsul de Chile, quien le proporcionó documentación chilena que, a efectos legales, le valió para librarse del servicio militar. Fueron años de trabajo artístico, primeras exposiciones y tertulias literarias. En esta época comenzó la Guerra Civil, que le hizo volver a Logroño, en donde fue detenido debido a sus inclinaciones republicanas, acusado de ser comunista y anarquista, denunciado por uno de sus colegas.

Gracias a su nacionalidad chilena y a un amigo jesuita, artista como él, salió de la cárcel y, con 23 años, se embarcó en un buque hacia América. En Chile se ganó la vida haciendo encargos hasta que, poco a poco, empezó a ser conocido entre los profesores de la Universidad Católica de Chile, cuyo rector le llamó para que diera clases de pintura allí.

Rubio Dalmati siempre ha reconocido la paradoja que se produjo en su vida, puesto que después de no ser creyente y de criticar a la Iglesia, ahora ésta le proporcionaba trabajo. Y, de hecho, gran parte de la obra de Rubio Dalmati tiene que ver con figuraciones religiosas. En Chile construyó íntegramente las catedrales de Talca, Concepción y Chillán, así como la de Valparaíso.

Realizó diversos viajes a España, casi siempre por motivos de trabajo, en 1945, 1955 y 1965, año en el que decidió quedarse a vivir definitivamente aquí. Desde entonces, trabajó unas veces en solitario y otras en compañía de su sobrino, Alejandro Narvaiza, al que consideraba como un hijo.

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