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Jorge Alacid
Sábado, 23 de febrero 2013, 13:08
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Melena entrecana de príncipe valiente, Ricardo Romanos afila cada mañana la ironía y la emplea en la esgrima que mantiene contra la intolerancia y el fundamentalista de guardia. Irreverente, chispeante, divertido, a lo largo de la charla va poniendo voces a sus personajes, a todos los Ricardos Romanos que habitan consigo, fantasmas que convoca con un brillo malicioso y aún juvenil en la mirada.
Libertino, epicúreo y partidario de la felicidad en cualquiera de sus manifestaciones, donjuán venido a más, oculto entre su auténtica identidad y las sombras de sus heterónimos medita su mutis por el foro parapetado tras esa imagen que ha construido con éxito: finalmente ha conseguido parecerse a si mismo.
Ricardo Romanos supo pronto que la vida iba en serio porque supo pronto que la vida sólo era teatro. Puro teatro y puro sueño, porque los sueños, teatro son. Bufón en el ejército de Talía batido en retirada, anarquista de su propio yo. Así es Ricardo Romanos si así os parece.
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