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Agustín Reboiro posa en su despacho del centro de Logroño. :: JUSTO RODRÍGUEZ
«La Justicia hoy día está bajo mínimos»
Agustín Reboiro | Abogado

«La Justicia hoy día está bajo mínimos»

El abogado logroñés, de 75 años, continúa ejerciendo y ha escrito un libro con las anécdotas vividas en medio siglo de carrera Agustín Reboiro Abogado

J. A. GONZÁLEZ

Domingo, 20 de diciembre 2009, 10:56

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Agustín Reboiro (Logroño, 1934) ha recibido esta semana la medalla de oro del Colegio de Abogados de La Rioja como premio a sus 50 años de carrera. Él, aunque reconoce cierto desencanto motivado por el «deterioro» de una Justicia que «está bajo mínimos», continúa ejerciendo su profesión y acaba de escribir un anecdotario, aún no editado, que recoge las situaciones más curiosas vividas durante ese medio siglo de abogacía.

- ¿Por qué quiso ser abogado?

- Porque mi padre, que era abogado, tenía una ilusión terrible de que yo también lo fuera. Otras personas, compañeras de mi padre en la Guerra, me propusieron ser militar y me daban por aprobado el examen de ingreso, pero a mí no me iba la carrera militar; a mí me iba la abogacía, que era lo que había visto en casa toda la vida.

- Medio siglo después, ¿considera acertada aquella decisión?

- Bueno. [Permanece unos segundos pensativo]. Yo he tenido grandes satisfacciones, lo que pasa es que la Justicia no es actualmente como era en mis tiempos jóvenes. Es distinta. En mi opinión no es tan buena.

- ¿Por qué?

- Porque no ha sabido adaptarse a los tiempos, porque no cuenta con los medios suficientes. La Justicia hoy en día está bajo mínimos.

- ¿En qué se nota eso?

- Pues sobre todo en la duración excesiva de los procesos y en la proliferación de sentencias sin una argumentación adecuada. Antes las sentencias, aparte de ser fundadas, eran verdaderas piezas de oratoria; ahora en las sentencias, quizá por un exceso de trabajo de los jueces, se peca de 'yavalismo', es decir, que parece que quien las redacta dice: «Bueno, ya vale». Esto que conste que lo digo porque ya, a mi edad, me da igual todo.

- ¿Y qué me dice de los abogados?

- También la abogacía ha cambiado mucho. Ahora los abogados hacen cosas que yo no veo bien. Antiguamente si un compañero te decía «esto es así» podías tener completa seguridad de que eso era así; ahora no te puedes fiar, todo has de ponerlo por escrito y firmarlo. La profesión de abogado ha perdido mucho, y con ello quien más ha perdido es la sociedad.

- A lo largo de 50 años supongo que habrá acumulado gran cantidad de anécdotas relacionadas con la profesión.

- Muchas, sí. He escrito incluso un libro con ellas, aunque no me he decidido aún a publicarlo. Se lo he dejado ver a mi familia y a unos cuantos amigos.

- ¿Me cuenta alguna buena?

- Le voy a contar una que a mí me hizo mucha gracia. Yo era muy joven. Era abogado de oficio en un caso por robo, y el procesado era un tío como un armario de grande. El fiscal comienza el interrogatorio y le pregunta: «¿Es cierto que usted, estando en el Frontón Cinema, viendo una película, le metió mano al señor que tenía al lado?». «No señor», le respondió el acusado. El fiscal insiste: «En su primera declaración reconoció que incluso llegó a desabrocharle la bragueta». «¡Que no señor!», gritó el otro muy indignado; y menos mal que intervino la Policía porque se lanzaba directo a pegarle al fiscal. Entonces el presidente de la Audiencia tocó la campanilla y dijo: «Señor fiscal, sin ánimo de prejuzgar le recuerdo que estamos viendo una causa por robo; la de abusos deshonestos viene después». [Suelta una larga carcajada].

- Es buena, es buena.

- Y tengo escritas 49 más. Una por cada año de ejercicio de la abogacía.

- Hoy en día, entre la gente de la calle casi nadie tiene buena opinión de la Justicia.

- Sí, la gente ha perdido la fe en la Justicia porque la Justicia, claramente, les ha defraudado. Habría que analizar profundamente las causas del porqué se ha deteriorado. Yo no quiero entrar en quién tiene la culpa; seguramente, en parte, la tenemos todos. Por ejemplo, antes todos los abogados respetábamos un código ético que no estaba escrito que ahora ya no se cumple, tal vez porque nadie que se lo ha enseñado. Muchas veces un acuerdo antes de un pleito se va abajo porque los abogados no se ponen de acuerdo en quién tiene que ir al despacho del otro. La norma que ha habido siempre era que el más joven iba al del más veterano.

- Si un buen abogado es capaz de convertir al culpable en inocente, ¿donde queda la Justicia?

- Un buen abogado no hay duda de que tiene muchos más argumentos para llevar el caso a su terreno que otro abogado digamos normal. No cabe duda de que el cliente de ese abogado goza de una ventaja, pero es muy difícil convertir a un culpable en inocente. No digo que no ocurra, pero es muy raro.

- ¿Por qué sigue usted trabajando a su edad?

- Muchas veces he pensado retirarme cuando he encontrado unos fallos judiciales contrarios al más elemental Derecho. No porque no me hayan dado la razón a mí. A mí me gusta que cuando no tengo razón me digan por qué y cuando tengo razón que me la den. No me interesa ganar un asunto en el que no lleve razón, porque esa supuesta alegría que puede reportarte es ficticia; en tu fuero interno no estás contento. Hoy tengo que reconocer que cuando voy al Juzgado voy sin esa esperanza que yo tenía hace unos años de que me den Justicia; voy a ver lo que sale, y esto es muy triste. En fin, el caso es que he pensado en jubilarme muchas veces y si no lo hago es un poco por mantener el cerebro en forma, por prevenir el alzheimer.

- ¿Cuál ha sido el momento más feliz de su vida profesional?

- Fue al principio de mi ejercicio, un día que oí que mi padre le decía a mi madre: «Mari, este chico sirve».

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