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QUERIDOS MONSTRUOS
CRÍTICA DE CINE

QUERIDOS MONSTRUOS

JOSU EGUREN

Sábado, 19 de diciembre 2009, 02:27

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Resulta difícil medir el grado de acierto de Spike Jonze si no se es niño. Desde un punto de vista adulto tiene sentido pensar que esta libre adaptación del clásico de Maurice Sendak es aterradora y cruel, o que hubiese sido conveniente reorientar la mirada de Max Records en la dirección de las fábulas moralizantes asociadas con Walt Disney, pero el caso es que la fuerza de reside en su feroz transgresión de la batería de topois que abundan en la literatura infantil. Por fin un niño puede expresar rabia, frustración y miedo, por primera vez se ve obligado a gestionar sus propios temores en un mundo paralelo en el que escasean los lugares comunes.

Spike Jonze se atreve a poner en imágenes las nueve frases que componen el minirrelato de Sendak sin servilismos, la suya es una extraordinaria metáfora sobre el paso de la infancia a la madurez que no se articula sobre los habituales discursos sobreproteccionistas. El retorno final al hogar, punto de origen, es extraordinariamente libre; el protagonista ha disfrutado de un mundo salvaje, de su relación ambivalente con unos seres monstruosos que pueden ser tan simpáticos o amenazadores como los adultos, se ha visto obligado a dictar sus propios reglas y ha tomado conciencia, en pocas palabras ha crecido. Y precisamente es aquí donde residen todos los méritos de la película.

Posiblemente a muchos espectadores les resultará morosa, o añorarán los excesos pirotécnicos en los que se hubiese recreado Tim Burton, pero Spike Jonze prefiere arañar la fisicidad de sus monstruosas moles para seguir de cerca el inédito proceso de maduración psicológica de su protagonista. Tampoco hay que olvidar que Jonze tiene vocación de autor, y que como tal se reivindica a través de la forma, en su caso impura, algo que conviene apreciar cuando nos sumerjamos en este mundo salvaje que guarda el secreto de lo que perdimos siendo niños.

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