¿Reubicar el torreón?

Testigos mudos de la desvergüenza, los restos del antiguo torreón desmontado en el 2000 tras quedar al descubierto en el entorno del Puente de Piedra con motivo de los trabajos de construcción del actual paso subterráneo de San Gregorio, aguardan su veredicto en el Parque Municipal de Servicios.

Conscientes de que el paso del tiempo no hace sino prolongar el tan denostado sueño de los justos, el Ayuntamiento de Logroño se ha puesto manos a la obra y ha encargado al arqueólogo Pedro Álvarez Clavijo la asistencia técnica que sirva para evaluar el estado de los sillares rescatados en su día del cazo de las excavadoras y del estruendo de los martillos neumáticos y buscarles, siempre y cuando sea posible, una ubicación.

Así lo explicaron ayer tanto el concejal de Patrimonio, Ángel Varea, como el director de la Unidad de Casco Antiguo, Alberto Merchán, quienes informaron de que el citado estudio supondrá un coste de 17.400 euros y deberá estar finalizado en un plazo máximo de ocho meses.

Numerados y almacenados en los terrenos municipales de Pradoviejo, los restos llevan años apilados sobre decenas de palés y cubiertos por una lona protectora a la espera de determinar su estado, su validez e importancia arqueológica y su volumetría para buscar una ubicación idónea que, en ningún caso, pasará por la reconstrucción fuera de su lugar original.

«Poner los restos del torreón y la muralla defensiva en otro sitio está descartado porque desfiguraría la historia de la ciudad y la memoria de la misma», sentenció tajantemente Varea, quien tiró de memoria para referirse al citado 'atentado patrimonial' como «el momento más vergonzoso de la historia» de Logroño y el «mayor desastre» de una asignatura pendiente como nadie niega que sea la conservación del patrimonio.

La idea del actual equipo de Gobierno PSOE-PR (el concejal regionalista recordó que la destrucción del yacimiento tuvo lugar con el PP en la Alcaldía) pasa por recuperar, al menos, parte de los hallazgos para, como mínimo, dar testimonio de lo que en su día fue el entramado defensivo que protegía la ciudad del límite con el vecino Reino de Navarra. «Veremos a ver qué se puede hacer», espetó Varea dejando claro que para tomar decisiones se necesitan datos. Del estudio encargado, dijo, dependerá su obtención.