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Imagen del sótano del Riojafórum, donde se reunieron 530 catadores. /JUAN MARÍN
El mito, en carne y hueso
REGIÓN

El mito, en carne y hueso

Robert Parker cató por fin en España y excusó la elección de la garnacha ante la imposibilidad de encontrar buenos tempranillos en el mundo que no sean españoles

LA RIOJA

Viernes, 13 de noviembre 2009, 09:11

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La cata de las garnachas del mundo con Robert Parker se presumía el espectáculo de excepción del Winefuture Rioja 09 y efectivamente lo fue. 530 personas participaron en este encuentro con la persona que, desde su propio gusto, más ha influido en la enología moderna. Una cita con el 'mito', que el propio Parker definió como «la mayor [por asistentes] y la más diversa cata de garnachas realizada jamás en el mundo».

El crítico se presentó ante el público como un hombre «sencillo» que «tiene el mejor trabajo del mundo». No eludió la cuestión que muchos riojanos se han preguntado estos días. «Elegimos las garnachas como tema porque desde el primero momento nos habíamos planteado hacer una cata de vinos del mundo». «Buscábamos -agregó- una uva que represente a España y no podemos olvidar que en un principio esta cata se iba a celebrar en el sur del país». Parker reconoció que «Rioja tiene un tempranillo maravilloso, pero no hay buenos vinos de esta uva en el mundo que no sean españoles».

No sonó a disculpa, pero si a explicación, para, sin más dilación, comenzar a ofrecer su opinión sobre el futuro: «Antes de mirar adelante, debemos mirar al pasado y apreciar la extraordinaria revolución que ha habido en todo el mundo en los últimos treinta años». «España ha sido el que ha encabezado esta revolución desde el punto de vista de la calidad, tanto en los vinos como en la cocina, y nunca hubiera imaginado, yo que soy un gran aficionado a la cocina francesa, que hoy sea la española la gran referencia del mundo».

Y más sobre el futuro que, sí o sí, estará condicionado por la crisis a juicio del prescriptor: «El consumidor busca un buen vino con un buen valor [calidad/precio] y la clave para los productores será hacer un vino amable y asequible para la gente». La afirmación conlleva una percepción global de la industria, en la que insistió en varias ocasiones el crítico americano: «En cuanto a los mercados, el futuro está en China, en Corea del Sur..., sin una perspectiva mundial de los vinos poco se puede hacer». La cata, más que una lección magistral, fue la presentación en sociedad de la persona más influyente del mundo del vino o, al menos, la que más ha influido en las últimas décadas.

Sencillez

No hubo lenguaje técnico ni tan siquiera descripciones detalladas de los vinos. De hecho, quien esperase aprender de la técnica de cata probablemente saldría desilusionado: sin concesiones a la vista, apenas una pequeña olfación y un trago vaciado rápidamente en la escupidera fueron el ritual empleado por Robert Parker. Él mismo recordó que hasta hace unos pocos años cataba más de 10.000 vinos al año y que ahora 'sólo' valora entre 6.000 y 7.000. Técnica, por obligación, particular la suya, sin olvidar que, por supuesto, había degustado previamente todos los vinos de la cata, a los que calificó como sus «garnachas favoritas».

Sí hizo comentarios sobre sus propios gustos a la hora de degustar. «Los aromas son el encanto del vino; es el momento de la seducción y de la atracción, que son las que realmente te llevan a tomar un trago». «En la boca -agregó- me gusta la profundidad y la textura; un gran vino nunca debe ser pesado, aunque cuanto más largo el postgusto, mejor». Parker, ovbiando lo que se escribe sobre él, quiso ser directo: «Lo complicamos demasiado -setenció-, el vino es una bebida para el placer, que da vida».

Francia y España

Entrando en materia, el crítico seleccionó siete vinos elaboradados mayoritariamente con garnachas de Chatenneauf du Pape, una región del sudeste francés al sur del Ródano, una de sus favoritas: «Todos son expresión perfecta de la uva, ninguno de ellos criado con roble nuevo y con un color rubí intenso, no tan oscuro como los cabernet y los syrah». Los siete realmente mantenían el patrón común de la garnacha, en algunos casos más rústica y alguno incluso sobremadurada, pero equilibrados con la madera.

La cata saltó de Francia a España, con las tres garnachas aragonesas que el protagonista diferenció claramente de las anteriores: «Estamos ante un cambio radical; de la elegancia pasamos a la potencia». Y, también a las maderas más presentes, especialmente en el Attecas Armas y el Aquilón. Entre medias de los dos, el singularísimo y peculiar Mancuso, sorprendente por su rusticidad, su estructura y su enraizamiento en la tierra. Monsant, con el Expectacle, y Priorato, con el Clos Erasmus, este último con cabernet y syrah y con una bonita elegancia, cerraron el periplo español.

El viaje saltó hasta California y la garnacha también cambió radicalmente. Aromas más dulces a los acostumbrados por esta zona a la variedad, muy especiados y melosos en vinos de color prácticamente negros y de gran consistencia. Exponentes, al fin y al cabo del concepto del mercado americano, procedentes de cepas viejas, producciones excasas y, probablemente, mucha tecnología. Similar fue el viaje también, aunque en las antípodas geográficas, por las garnachas australianas, y en el caso de una de ellas con hasta 18,5 grados de alcohol.

Los dos Riojas, Marqués de Riscal de 1945 y Contador 2007, «dos de los mejores que se hayan hecho nunca, uno de la escuela tradicional y otro de la moderna» en palabras del Parker, cerraron la cata con guiños especiales para el más delicado: «No todos los días puede se probar un vino más viejo que uno mismo», dijo antes de alzar la copa y ofrecer un brindis a todos los asistentes: «Por Rioja».

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