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El Fundi yace inconsciente tras ser volteado por su segundo toro./ EFE
Urdiales, aquí un torero
SEMANA GRANDE DE SAN SEBASTIÁN

Urdiales, aquí un torero

PABLO G. MANCHA

Domingo, 16 de agosto 2009, 02:35

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La corrida de ayer en San Sebastián es una de esas que no se olvidan, de las que dejan el corazón entumecido por el cúmulo de tremendas sensaciones que se fueron agolpando y que llegaron a un éxtasis indescriptible cuando el gran Fundi resultó tan feamente volteado al final de la faena del segundo de su lote. La plaza, compungida, se temió lo peor tras ver al diestro -inerte, desmadejado y roto- a merced de un toro que se lo pasó de pitón a pitón como un pelele y que lo despidió después con un tremendo derrote para caer de cabeza sobre la arena. Tremebundo panorama: la vida y la muerte, el triunfo, la gloria, todo en el microespacio terrible de un gañafón certero tras enroscarse al final de una faena en la que había sido capaz de sacar al cornúpeta muletazos limpios y de buen trazo. Pasó a la enfermería en medio de una gran conmoción y fue Diego Urdiales (Padilla también estaba en el hule) quien lo pasaportó de una media y eficaz estocada en la yema. Antes, El Fundi había estado en maestro con el debilucho primero, al que toreó con pasmosa suavidad al natural en dos tandas bellísimas, aunque fueron muy pocos espectadores los que se percataron de aquella maravilla.

Es cierto que Juan José Padilla cortó tres orejas y fue el gran triunfador de la corrida, nada que objetar a su bien merecido triunfo, pero el que toreó de verdad ayer en Donosti volvió a ser Diego Urdiales, que dejó sobre el albero guipuzcoano ese aroma de torero profundo, caro y clásico, que no hace ni un ademán para la galería y que se pasa a los toros por los tobillos con una lentitud extraordinaria, con una suavidad impecable, con una profundidad desusada.

El primero de su lote lucía un pitón derecho pavoroso. Se llamaba 'Soñador' y era una auténtica lámima. Desde el primer momento el torero arnedano lo vio claro con el capote y le recetó cuatro estupendas verónicas rematadas con una media a guisa de recorte de un gran sabor sevillano. Como viene siendo tónica habitual, su picador, en este caso Manuel Burgos, cuajó un excelente tercio de varas y Diego se volvió a lucir con el percal merced a un delicado quite por delantales. La cosa no podía ir mejor.

Y llegó la muleta: comenzó el trasteo suavemente por abajo para susurrarle al toro, con firmeza pero sin violencia alguna, por dónde tenía que ir. Se lo llevó al platillo y lo cuajó en dos excelentes tandas en redondo ligando los lances, rematando siempre atrás y sin espacio alguno para un enganchón. Todo fue medido al milímetro. La plaza se metió por entero en la faena y se sacó esa zurda poderosa y fría con la que se pasó al toro de Victorino como si fuera un . Si había sido mejor con el capote por ese pitón, a esas alturas de la faena el toro ya no quería casi nada por la izquierda.

Pero Urdiales no se desanimó, se cruzó una vez más buscando sacar y exprimir al toro hasta la última gota, hasta que no le quedara ni media embestida en su cenicienta anatomía. Y claro, había que tirarse tras la espada. Y se lanzó dejando al toro sin puntilla casi pasto de las mulillas tras salir del embroque. Oreja de peso, oreja de ley una vez más...

Padilla seguía en la enfermería a consecuencia de una fea voltereta en el segundo de la tarde. Llegó lo de El Fundi y tras matar al toro del diestro herido corrió el turno y Urdiales salió en quinto lugar para darle tiempo al para recuperarse.

La plaza estaba con Diego; pero el toro dijo no y tras un excelente recibo con el capote y otro gran tercio de varas, en este caso de Manuel José Bernal, el victorino se puso en plan alimaña y Diego lo pudo con inteligencia, valor y recursos pero sin posibilidad alguna de toreo. Valiente el riojano, poderoso, lo pasaportó de otra estocada en la que se tiró por derecho, y recibió una clamorosa ovación desde los medios. Luego salió Padilla sin chaquetilla, brindó a la cuadrilla de El Fundi, y se montó literalmente encima de 'Murteiro', el más bravo de la buena corrida de Victorino.

Padilla cortó tres orejas, Diego Urdiales aromatizó Illumbe con su toreo caro y El Fundi se llevó la cara más terrible de esta fiesta.

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