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ÍÑIGO DOMÍNGUEZ ROMA
Sábado, 4 de abril 2009, 02:45
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El afán de protagonismo en Italia se practica con toda normalidad incluso en el clero. Se debe también a la enorme presencia de la Iglesia en la vida pública, pero cada dos por tres hay un cura o una monja en la prensa, para bien o para mal. En España hay que remontarse al padre Mundina, el de las plantas, o el padre Apeles, de lamentable memoria, pero en Italia son legión. Último caso, una monja de 35 años que era go-gó de discoteca y adicta a la noche loca de Milán pero ha volcado su experiencia en ser danzarina mística.
Hay vídeos en Internet de esta chica, sor Anna Nobili, que son de vergüenza ajena, tirándose ante el altar con una túnica, pero parece sinceramente entusiasmada. También sus superiores, pues da cursos de «danza sacra contemporánea» o 'holy dance' en una parroquia y actúa el martes en Roma ante obispos y cardenales.
Se prepara un musical sobre su vida. Ayer la contaba a 'La Repubblica': «Antes tiraba mi vida bailando para hombres que sólo querían mi cuerpo en discotecas, 'lap-dance' y con sexo sin amor. Ahora bailo para Dios».
Con 25 años le dio a Dios «un ultimátum». Mejor lo cuenta ella: «Le desafié. 'Si existes, dímelo personalmente'. Y en Asís me quedé mirando al cielo. Tras las nubes vi algo fosforescente, una cascada de colores. Sentí la presencia de Dios y me puse a bailar entre la gente». Hasta hoy. «Jesús me ha devuelto la virginidad, la del corazón», aclara. Aquí privan las conversiones públicas y los famosos dan testimonio conmovidos en la tele, como la actriz erótica Claudia Koll, que acabó haciendo de María Goretti, o la princesa Borghese.
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