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El derecho del nonato de vivir
TRIBUNA

El derecho del nonato de vivir

«Hemos de defender el derecho del nonato a vivir desde el momento de su concepción», afirma el autor de esta Tribuna

PEDRO TREVIJANO

Jueves, 12 de febrero 2009, 01:54

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E n estos momentos se está debatiendo la reforma de la Ley del Aborto, por lo que creo que no está mal que intentemos ver la cuestión desde el punto de vista de quien se discute su derecho a la existencia, de quien va a ser matado.

La vida humana debe absolutamente respetarse, por lo que hemos de defender el derecho del nonato desde el momento de su concepción a vivir. El aborto no afecta sólo a la madre, ni es su decisión privada, ya que hay un ser humano que no es ella, al que su decisión afecta y de qué modo. Es indiscutible que el más afectado por el aborto es el propio nonato, que es alguien distinto del padre y de la madre, y que todos hemos sido un día embriones, afortunadamente respetados. Una postura abierta y de avance no es el defender la libertad de abortar, sino la libertad del nonato a vivir.

El aborto es una injusticia que quebranta el derecho a la vida de un tercero, un ser humano con mi misma dignidad, a menos que defendamos la aberración de que hay seres humanos de primera y de segunda categoría, siendo este derecho a la vida el que fundamenta todos los demás y debe ser respetado desde la concepción hasta la muerte natural, hasta el punto de que «no puede haber verdadera democracia si no se reconoce la dignidad de cada persona y no se respetan sus derechos» (Encíclica de Juan Pablo II nº 101). Que el derecho a la vida pueda entrar en conflicto con otros derechos tan dignos de respeto como él, parece imposible, a menos que se trate del equivalente respeto a la vida ajena. La frontera entre la civilización de la vida y la cultura de la muerte está en el «no matarás».

De ahí que la Iglesia proclame el derecho inviolable a la vida de todo ser humano inocente. «La sociedad debe proteger a todo embrión, porque el derecho inalienable a la vida de todo individuo humano desde su concepción es un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación» ( nº 472). Se trata de defender los valores fundamentales. Ante la mentalidad a favor del aborto, «ahora, cuando otra categoría de personas está oprimida en su derecho fundamental a la vida, la Iglesia siente el deber de dar voz a quien no tiene voz» ( nº 5). Matar al cigoto o al embrión supone frustrar su derecho inalienable a la vida.

Quien está a favor de los derechos humanos, no puede sino pensar que la postura abortista es claramente retrógrada, porque no respeta el derecho a la vida. Es muy grave que el Estado rehuse a algunos seres humanos su derecho a vivir, pues con ello suprime la distinción, en la que se basa su propia legitimidad, entre derechos humanos y ley positiva, con lo que quedan puestos los cimientos para el Estado totalitario. Los derechos humanos son previos, independientes y superiores a las decisiones de las mayorías.

En pocas palabras o logramos convencernos de que el embrión o el feto no es un ser humano (entonces ¿qué es?), o tenemos que admitir que la vida humana es sagrada y nadie tiene derecho a destruirla. El derecho a la vida depende de ser un ser humano, no del ser grato o normal.

Yo a los abortistas les pediría no que miren una ecografía de un feto de diez u once semanas, sino una simple foto de esa ecografía, que muchos padres y abuelos llevan en sus carteras. A ver si tienen la desfachatez de afirmar que eso no es un ser humano. No se puede estar a la vez a favor del aborto y de los más débiles y necesitados, ni negar lo que es evidente.

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