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Pepe (i), Ramón (c) y Axel (d) en el Centro Científico Tecnológico de la Universidad de La Rioja donde cursan sus estudios. / JUSTO RODRÍGUEZ
¿Qué sabemos de Bolonia?
REGIÓN

¿Qué sabemos de Bolonia?

La reforma universitaria impulsada por Europa encuentra la oposición de los estudiantes, que denuncian desinformación y un intento de privatizar la Universidad

LUIS J. RUIZ

Domingo, 21 de diciembre 2008, 12:50

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Los tres estudian en la Universidad de La Rioja, pero hasta hace poco sólo alguno sabía que Bolonia era una ciudad del norte de Italia y... poco más. Esa es una de sus principales quejas. Nadie les ha informado, nadie les ha ofrecido una charla, no han visto un cartel. La primera toma de contacto con el Plan Bolonia de Axel Saiz, Pepe Gándara y Ramón González -estudiantes de Industrias Agrarias- ha sido a través de la Wikipedia. Pese a sus limitados conocimientos, están en contra de la reforma universitaria que promueve la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). No es una oposición radical. Han encontrado aspectos positivos. Pocos, eso sí.

La primera pregunta es obligada: ¿Qué sabemos de Bolonia? Y Axel es rotundo: «No tenemos ni idea. Nadie nos ha informado ni nos han dado charlas en la Universidad. Lo que conozco es gracias a Internet». Ratificado por sus dos compañeros, el debate se calienta cuando tratan de buscar algún aspecto positivo de la reforma.

Axel defiende que los créditos ECTS (los que implantará Bolonia y que tendrán en cuenta las horas -charlas, conferencias, trabajos- realizadas fuera de las aulas) son positivos «si quitamos la obligatoriedad de las clases». Servirá para «favorecer la movilidad de los estudiantes», completa. «¿A qué precio pagamos eso?», responde Pepe. «Si te dan una cosa buena y cincuenta malas, a mí no me convence». A Ramón también le gusta la idea: «La movilidad, incluso dentro de España, es nula. Vine de Pamplona y apenas me han convalidado asignaturas», lamenta.

Esa es su única desavenencia. El nuevo sistema de grados y posgrados no les convence en absoluto. «Los grandes de Europa han decidido instalar su sistema educativo y punto. Saldrás preparado sólo para un determinado trabajo», dice Axel. Pepe y Ramón añaden: «Habrá ingenieros estándar con el grado y el que quiera especializarse tendrá que pagárselo a precio de máster».

El concepto de 'ingeniero estándar' amplía el horizonte del debate y llega el turno de la financiación, el peso de las empresas y las becas. Pepe es el más crítico: «Lo que van a hacer es privatizar las universidades en beneficio de las empresas potentes ya que así nos prepararán para su sistema. Según el político de turno y la empresa que haya puesto más dinero, así será la oferta educativa. Habrá menos salidas para carreras como Humanidades, que se la van a 'cargar'. Nadie demandará estudiantes de Humanidades».

Axel recuerda que Bolonia también «se carga las becas tal y como las conocemos ahora. La opción que te dejan es un préstamo que luego pagarás al Estado» y Ramón denuncia que «a partir de ahora sólo se formarán trabajadores, no licenciados».

El Plan de Bolonia esconde, según ellos, algún interés espurio que nadie revela. «Si el mundo se está marchando a la mierda», dice Pepe, «y somos los que vamos a decidir en el futuro, qué esperan que consigamos si lo único que hacen es fomentar una cultura elitista».

El pesimismo se instala en Axel cuando se le propone que intente convencer a los responsables educativos de que frenen la reforma: «Es imposible convencerles. Quieren que salga adelante por algo, pero no nos lo van a decir. No veo maduro el plan. Le veo muchos fallos». Ramón también tiene su queja: «Es demasiado exigente. No tendremos tiempo para nada y el que quiera trabajar y estudiar, tendrá que elegir».

La visión de Pepe es mucho más social y comprometida. Apuesta por mantener el sistema actual y propone que «inviertan el dinero que cuesta todo esto en otros países. Que no globalicen la educación sólo en Europa, que lo hagan a escala mundial. Nosotros tenemos universidades, pero hay países que no tienen nada. Que piensen en los demás».

Los tres saben que que tendrán que asumir lo que venga. Nadie les ha dicho qué pasará con ellos y cómo se articulará (si es que tiene que ser así) su paso al nuevo sistema. «Hemos oído que nos dejarán un plazo para terminar nuestra carrera, pero no sabemos nada», lamentan. Pese a todas sus dudas, una cosa tienen clara: «No nos gusta Bolonia».

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