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ESPAÑA

El primo Inaxio

Ignacio Uría disfrutaba de los partidos de pelota, sobre todo en la feria de San Mateo de Logroño

LUIS MENDIZÁBAL,

Jueves, 4 de diciembre 2008, 01:51

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M i primo Inaxio era uno de esos familiares con los que te gustaba encontrarte y charlar un rato porque siempre te contagiaba su alegría y buen humor. Su rechoncha cara sonreía siempre, con ese toque de pícaro que es bastante común entre muchos baserritarras y especialmente en la familia Uría. Todos, los primos y quienes le trataron, le queríamos por su buen carácter y sencillez como persona.

Inaxio era el segundo de los nueve hijos de Alejandro y de Mari, baserritarras de Loiola que dieron el salto del caserío a la construcción hace más de cincuenta años. El tío Alejandro era un hombre duro, enérgico y trabajador. Trabajo y más trabajo, 'lana eta lana', no había otro destino para aquellas personas que en el siglo pasado fueron capaces de dar un salto cualitativo tan fuerte como era pasar del mundo rural y baserritarra a la nueva sociedad industrial.

Cuando en los años cincuenta Alejandro Uría empezaba a manejar el hormigón y levantar las primeras obras implicó también a su numerosa familia. Todos a trabajar en lo que empezaba a ser una constructora que se expandía más allá de Loiola y Azpeitia. Alejandro necesitaba cada vez más albañiles y peones y solía comentar que no tenía suerte con su descendencia. Tuvieron nueve descendientes, pero sólo tres eran chicos, seis fueron chicas y en aquellos años nadie se imaginaba a las mujeres en el negocio de la construcción. Al contrario de Inaxio, Alejandro no tenía buen humor ni hacía bromas, por lo que ese comentario seguro que lo pensaba en serio. No sabía entonces que muchos de sus numerosos nietos y nietas, iban a ser arquitectos o ingenieros de Caminos, como es el caso de las dos hijas de Inaxio.

El mundo, también nuestro pequeño país, ha cambiado mucho desde entonces. La empresa que fundó Alejandro es hoy una de las grandes empresas vascas y da trabajo no sólo a la familia del fundador, también a muchas familias de Azpeitia y Gipuzkoa, entre ellas a muchos inmigrantes que han venido aquí a intentar dar un salto cualitativo en su vida tan grande como lo dió la familia Uría Mendizabal al pasar del caserio Azkune a la empresa Altuna y Uría. . Hoy, Inaxio podía estar retirado, dedicado a disfrutar de la vida con sus numerosos amigos, pero, como el resto de sus hermanos, con más de setenta años, seguía al pie de obra. Ni Inaxio ni su familia se parecen a los constructores que conocemos por la tele o por sus negocios financieros.

A Inaxio le han matado por ese cambio de nuestro mundo, por haber seguido trabajando en lo que conoció desde que era un niño y porque, como su padre, no sabía hacer otra cosa que trabajar. La empresa familiar siguió creciendo, ha construido miles de viviendas en toda Gipuzkoa y también muchos puentes y carreteras en el sector de la obra pública. Trabajo y más trabajo, lana eta lana.

Dicen que ha podido ser ETA quien le ha asesinado por trabajar en la construcción del tren de Alta Velocidad. No lo sé. Yo, personalmente, estoy en contra de este modelo de tren que atraviesa nuestro país sin estaciones intermedias donde debería recoger a los numerosos viajeros que circulan por la poblada red urbana de nuestros pueblos y comarcas, no sólo a los que van de una capital a otra. Pero, ¿qué tiene que ver ése debate con mi primo Inaxio, con quien ya no podré volver a alegrarme al verle?

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