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Perera, en una de las faena. /JUAN MARÍN
Perera, a mil por hora
TOROS

Perera, a mil por hora

Lo de más calidad y categoría pasó en el primer toro, que sorprendió a la gente en frío, como todo primero de corrida. Éste, castaño lombardo y coletero, zancudito y astifino, escarbó. Pero mordía o quería morder. Una punta de temperamento. Lo toreó con autoridad El Juli. Ocho buenos lances de dibujo y de salida; y media de remate. Sin la menor duda. El asiento necesario. Tres lances de lidia antes de la primera vara, otros tres después. La somera y certera manera de lidiar de El Juli.

BAQUERITO | COLPISA | LOGROÑO

Miércoles, 24 de septiembre 2008, 00:18

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Logroño. 3ª de feria. Más de tres cuartos de plaza. Fresco y bueno. Entornado el párpado de cubierta.

Tan por abajo y con tanto temple no iba a verse ya torear en toda la corrida. Ni tirando tan del hocico ni enganchando con tanto tino. Ni a El Cid, en tarde agitada, ni a Perera, en jornada revolucionadísima. Tres orejas le dieron a Perera tras rabiosos destajos de hacerlo y darlo todo. Con alboroto popular. Más la física que la metafísica en su caso.

Pero con pausa y con calma quien toreó fue El Juli. A ese primero de Fuente Ymbro, que tenía gatitos. No los dejó ni miar el torero, tan dueño como suele. A ritmo el toreo hasta dejar cumplido y gobernado al toro, que perdió la pelea y se rindió. Una estocada.

Una oreja. .

Después del limpio triunfo de El Juli en la apertura, vino otra corrida. Distinta. Con su ribete manicomial, sus trapisondas e intrigas, su teatro y sus anécdotas. De esa otra corrida fueron protagonistas los restantes toros de Fuente Ymbro, todos sin excepción, y por distintas razones; y un acelerado pero enjundioso Miguel Ángel Perera, que estaba dispuesto a salir a hombros como fuera y pareció que no quería otra cosa. Perera pretendió provocar el indulto de un sexto toro tan revolucionado como el torero pero ni más bravo que él ni más nada. No procedía el indulto. Perera echó al público encima del palco presidencial. Y aunque mató sin rigor al toro del indulto negado, se generó la presión suficiente como para rendir las cosas: dos orejas y vuelta al ruedo al toro.

Ni una cosa ni otra fueron de ley. Pero fueron. A hombros Perera.

La corrida de Fuente Ymbro, puntiaguda y peleona, salió con movilidad. Más eso que nada, y algo frágil. No se sabe si frágil de cañas y pezuñas o de qué. El segundo, de bello estilo en capotes y varas, se lesionó un tendón después de banderillas, pareció quebrarse y fue devuelto a deshora. Salió un sobrero brusco y basto que derribó un caballo y le pegó en el suelo una paliza. El Cid toreó sin convicción alguna al sobrero y al de los tendones rotos.

Perera fue aplaudido antes de salir al tercero. Tan propicio viento le sopló de popa hasta el final. Con o sin motivo. Ese tercero, y el sexto también, se lo brindó Perera al público. Ya había brindado al cónclave los dos toros del lunes. Este tercero fue bueno. Perera le pegó muchos pases, sin soltarlo a tiempo siempre, sin obligarle tampoco, sin dejarle sitio. Pero puesto el torero en la boca de la trinchera, silbaran o no las balas. Le gustó a la gente. Una estocada pasada, Una oreja, Se pidió la segunda.

El cuarto de corrida se lesionó de tendones igual que el segundo, pero el palco no lo devolvió. Una bronca. Abrevió El Juli, que mató por arriba. El quinto, de hermoso cuajo y buen aire en el capote, muy vivo, le pegó a El Cid una terrible voltereta. Y un susto a todo el mundo. Si no es por la grasa de pernera de un leotardo, lo cruje. Se sobrepuso El Cid, pero, nervioso, no pudo con el toro. El sexto se vino de largo a cites y cites. Por las dos manos. Reunido Perera en los más de los embroques, firme en el primero de cada tanda, pero sin templarse propiamente con el toro, ni llevarlo por abajo como en tardes suyas de más calma.

Encabritada la faena, forzados los gestos, aunque se encajara el torero en una apuesta de mil por hora. Y hasta ahí llegaron las aguas del río.4

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