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Un investigador consulta los fondos del Archivo Histórico Provincial. / JUAN MARÍN
Historia familiar
SOCIEDAD

Historia familiar

Las fuentes orales y documentales son la base de toda investigación para elaborar árboles genealógicos

J.S.

Lunes, 18 de febrero 2008, 01:49

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La genealogía está experimentando un auge en el que tiene cierta importancia la disponibilidad de información a través de los nuevos medios de comunicación, especialmente de Internet, pero los ya iniciados advierten que la información que se obtiene de primera mano tiene más garantías. Y la veracidad es una condición indispensable para que esta afición (también hay profesionales), que puede llegar a resultar muy adictiva, lo sea agradablemente.

Por eso conviene empezar toda investigación recopilando la mayor cantidad de antecedentes a través de dos fuentes: orales y documentales. Las fuentes orales son las personas que ofrecen su propia información, generalmente dentro del núcleo familiar: hermanos, primos, padres, tíos, abuelos, bisabuelos Conviene tener en cuenta que estas fuentes, dado que se nutren de tradición familiar, con frecuencia son inexactas en cuanto a fechas, lugares de origen y otros detalles.

Sin embargo, es innegable que aportan un acervo de información que sería imposible obtener de otro modo, que no se encuentra documentada, además de permitir determinar el marco general familiar como punto de partida del trabajo posterior. Las personas mayores son de importancia vital en esta fase de la investigación, que, de alguna forma, sirve también como reconocimiento a su auténtico valor, más allá de la marginación a la que, con carácter general, les condena la sociedad moderna.

Una vez agotados todos los recursos de la historia intrafamiliar, así como para corroborar ésta, hay que acudir a las fuentes documentales, todas aquéllas que se pueden encontrar en medios escritos (impresos o manuscritos). La paciencia es madre de esta ciencia quizás más que de cualquier otra. Con tiempo, práctica y la ayuda de archiveros y de otros genealogistas, nuestro árbol puede ir creciendo a la inversa, como lo hacen las genealogías, remontándose lo más posible.

Y no hay que frustrarse en los muchos callejones sin salida. Debe tenerse en cuenta que un árbol genealógico crece de forma exponencial y puede albergar cerca de 33.000 personajes si nos remontamos hasta el Concilio de Trento (1545), que es cuando empezaron a generalizarse los registros censales. Lo importante no será tanto llegar muy alto en dicho árbol como cuidar que su follaje sea tupido, estudiando las circunstancias históricas y situación geográfica en las que vivieron nuestros antepasados.

El mejor objetivo suele ser tener una historia narrativa bien documentada, de interés para los miembros familiares y quizás también para las generaciones futuras.

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