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El acusado se dispone a entrar en la sala de vistas de la Audiencia Provincial durante el juicio que se celebró el año pasado. /J. MARÍN
El Supremo confirma la condena para el hombre que maltrató a toda su familia
REGIÓN

El Supremo confirma la condena para el hombre que maltrató a toda su familia

Fernando Jiménez deberá cumplir 37 años de prisión por pegar y humillar a su esposa durante más de dos décadas, abusar de sus tres hijas y agredir a sus tres hijos

J. A. G.

Martes, 12 de febrero 2008, 01:16

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El Tribunal Supremo ha desestimado el recurso de casación interpuesto ante esa instancia judicial por Fernando Jiménez, el hombre que el pasado verano fue condenado por la Audiencia Provincial de Logroño a 37 años de prisión por maltratar a su esposa durante más de dos décadas, pegar a sus tres hijos y abusar sexualmente de sus tres hijas.

La sentencia de la Audiencia, que ahora ha sido reafirmada por el TS en todos sus términos, consideraba como hechos probados que Fernando Jiménez sometió a su mujer a «todo tipo de agresiones físicas y psicológicas» durante los 27 años que duró su matrimonio. Quince días después de la boda, el condenado le dio la primera paliza y, desde entonces, el maltrato fue continuo: Jiménez impedía a su esposa relacionarse con su familia y salir de casa; la obligaba a bañarle, asearle, vestirle y calzarle, aunque él lo podía hacer por sí mismo; la llamaba «burra asmada» porque padecía bronquitis asmática; y la hacía ponerse a cuatro patas para burlarse. La mujer relató en el juicio que las agresiones se producían «con las manos, varas, palos, hierros o lo que tenía».

Pero la violencia no se limitó a ella. Todos los hijos del matrimonio, seis en total, padecieron en algún momento la ira del condenado. Al hijo mayor, que sufría eneuresis, le obligaba a dormir en el suelo sin manta y si su madre le cubría, pegaba a los dos. En una ocasión, le hizo morder un pañal con heces de su hermana. Al segundo le echó de casa por intentar impedir que pegara a su madre. El tercero se inculpaba continuamente de cualquier cosa para evitar que el hombre agrediese a su madre o a sus hermanos; entonces, era él quien recibía la paliza.

Las hijas, por su parte, fueron objeto de abusos sexuales. A la mayor le sometió a tocamientos desde que tenía tres años. Cuando tenía ocho la penetró por primera vez y no dejó de hacerlo nunca. A la segunda le tocó los pechos cuando tenía nueve años y desde entonces, ella evitó estar a solas con su padre. A la pequeña le obligaba a adoptar posturas eróticas y a tocarle los genitales.

Según puede observarse en la sentencia del TS, el recurrente centraba sus quejas ante el Alto Tribunal sobre todo en las agresiones sexuales. Cuestionaba los testimonios de las víctimas por su «inconcreción» o por «el rechazo que sienten hacia su padre», pero el Supremo ha considerado que la sentencia recurrida «ofrece su justificación probatoria».

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