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¿Qué hacemos con los alumnos con altas capacidades intelectuales?
TRIBUNA

¿Qué hacemos con los alumnos con altas capacidades intelectuales?

UAN MANUEL MEDRANO

Viernes, 14 de diciembre 2007, 02:17

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Tanto la actual LOE (art. 76 y 77) como la anterior LOCE (art. 43) incorporaron a su texto de leyes orgánicas referencias a las altas capacidades intelectuales bajo unos parámetros muy similares. Estamos por tanto ante un tema que no debe tener perfil ideológico, entendiendo que a todos nos interesa como país tener un porcentaje de nuestra población escolar que, altamente capacitado intelectualmente, devenga en unos adultos humanamente equilibrados que puedan contribuir con su talento a incrementar nuestra capacidad como nación en todos los ámbitos de la ciencia y la cultura. Este tema está regulado hoy por una serie de reales decretos y en breve por el que surja del Ministerio como emanación de la propia Ley Orgánica de Educación.

Afortunadamente empieza a ser una cuestión que se visibiliza gracias al esfuerzo de asociaciones de padres y profesionales de diferentes ámbitos. El propio Senado ha recomendado, por unanimidad que, de acuerdo con lo establecido en la LOE,

«se identifique a este tipo de alumnado y se establezcan las normas para flexibilizar la duración de las distintas etapas del sistema educativo así como planes de actuación y programas específicos adaptados a las necesidades»

Pero, ¿a qué llamamos Altas Capacidades Intelectuales?

Hace tiempo que se ha superado la limitada identificación de «inteligencia» con nuestra capacidad de razonamiento y hoy se describen varios tipos de inteligencia, o inteligencias múltiples, siendo fundamental entre ellas la que tiene que ver con las emociones, los sentimientos, la comprensión del otro, la evolución moral de los individuos; en resumen, la llamada inteligencia emocional.

Además, el factor hereditario en la inteligencia, siendo muy importante, cada vez queda más corregido, según los expertos, por el factor «ambiental», por lo que la dinámica que con estos individuos siga la familia, la sociedad y la escuela es determinante para potenciar o sepultar estas inteligencias.

Tradicionalmente hemos conocido los test de inteligencia, esa especie de tabla taxonómica (con todos los peligros que una clasificación unidimensional de los individuos puede conllevar) que hablaba de un umbral de normalidad, entre 80 y 120, donde se situaba la mayoría de la población, y un umbral superior, pero también con grados, que hablaba de «muy inteligentes», «superdotados», etc. Categorías éstas que hay que manejar con prudencia. Se prefiere hablar hoy de «altas capacidades» (los ingleses hablan de «alta habilidad»), pero hay casos extremos de superdotación donde múltiples factores de la inteligencia están en su máximo nivel.

En cuanto a porcentajes de población de alta capacidad o superdotada, las afirmaciones hay que tomarlas con precaución, pues muchísimos casos nunca son detectados, evaluados ni conocidos. Aún así se cree que un 2% de población entraría en esos casos de altas capacidades y superdotados. Siguiendo en informe del MEC del año 2000 habría en el sistema escolar español alrededor de 300.000 alumnos extraordinariamente capacitados en la enseñanza obligatoria en España, con un porcentaje mínimo de detección (un 0'6% del total, unos 2000 niños). La paradoja es que amplísimos porcentajes de esta población tienen bajo rendimiento escolar e incluso altos índices de fracaso escolar. Estamos por tanto ante un problema importante de la educación española.

La principal responsabilidad que tenemos como sociedad y como educadores hacia los alumnos con altas capacidades se sitúa en dos planos. Por un lado porque no puede ser, como está sucediendo mayoritariamente, que tener una alta inteligencia se convierta en un problema, en un drama a veces, para ellos y para sus familias. Ellos porque sufren una fuerte inadaptación y falta de motivación en la escuela, cuando no algo peor, en un ambiente que a menudo, en vez de respetar la inteligencia, el esfuerzo y las buenas calificaciones las denosta. Las familias porque se encuentran impotentes ante el sufrimiento de sus hijos e hijas, sin medios para llevarlos a las pocas escuelas preparadas, con dificultades frecuentes ante la administración o los centros educativos. Las asociaciones son el único refugio muchas veces para no sucumbir ante tan pesada carga.

Necesitamos talentos. Si la cultura, el arte y esporádicamente la ciencia española han sobresalido ha sido no sólo por sus cuadros intermedios sino también por sus mentes más brillantes. Si caminamos hacia una sociedad del conocimiento, si queremos, y lo estamos haciendo, adentrarnos en el sendero de la innovación, el desarrollo y la investigación, es más necesaria que nunca una masa crítica de investigadores, científicos, artistas, etc. que coloquen a España es una posición de vanguardia. Evitemos que la fuga de cerebros comience en la escuela.

Para ello es necesario apostar decididamente por dotar a los alumnos de altas capacidades de flexibilidad en sus itinerarios educativos, de mayores becas para las familias, a los centros de más personal especializado en la detección y encauzamiento de estas potencialidades y a todo el futuro profesorado de una buena formación en estas cuestiones, pues su papel es fundamental.

También deberíamos plantearnos apoyar a aquellos segmentos de población con altas capacidades que aún pueden presentar condicionamientos más duros que el resto: inmigrantes con altas capacidades que por su situación socioeconómica pueden ser ocultados y puestos a trabajar, y las mujeres.

Hace tiempo que sabemos que la inteligencia no es un factor estático en el individuo, que sólo crece si es conveniente y suficientemente estimulada. Y, hoy por hoy, nuestros jóvenes españoles con altas capacidades no reciben de la sociedad aquello que necesitan y merecen. Sólo si sabemos darles los medios adecuados y la estabilidad y seguridad necesaria sabrán devolver, ciento por uno, lo que han recibido de su sociedad.

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